domingo, diciembre 02, 2007

FIL 2007

En muchos aspectos México es contradictorio. La metáfora del país como un mendigo sentado sobre una mina de oro es aleccionadora. A veces tenemos todo, pero no aprovechamos nada, o bien, aparentamos estar en la ruina y resulta que estamos mejor de lo que pensamos.

Uno de estos casos es el relacionado con la lectura y los libros. No deja de ser interesante el fenómeno de que, siendo una sociedad tan poco cercana a ambas cosas, se desarrolle en nuestro territorio la celebración más importante del asunto en el idioma castellano. Me refiero a la Feria Internacional del Libro (FIL) que anualmente tiene lugar en Guadalajara. De acuerdo con cifras oficiales, leemos 2,5 libros al año. Nada para presumir. En contraste, tenemos a la máxima fiesta editorial del español en el planeta.

La semana pasada he asistido a esta Feria. Por donde se le vea es impresionante. La cantidad de libros, las nuevas ofertas, la vitalidad que muestra el gremio, el ambiente de fiesta que se respira por doquier. Si uno va, digamos, sin prejuicios, saldrá convencido de que somos una potencia intelectual. Ya en la calle la realidad hace su trabajo.

Para poder sacar provecho de lo que ahí se ofrece es necesario instalarse de tiempo completo y horas extras durante los 10 días que dura la celebración. Desafortunadamente, en esta ocasión sólo ha sido una visita efímera, pero de la cual he tomado las siguientes notas para compartir.

El domingo por la tarde se ha montado una mesa con los colaboradores de la revista Letras Libres que se han aventurado en la modalidad del blog, ese nuevo espacio virtual en forma de bitácora personal que ha venido a revolucionar –en parte—la literatura y el periodismo.

El escritor José de la Colina (Santander, 1934) abrió fuego afirmando que escribir un blog es algo parecido a lanzar botellas al mar, aunque la diferencia con la visión tradicional y romántica de esta metáfora es que, en estas bitácoras virtuales, pueden recibirse las respuestas de desconocidos casi de forma inmediata.

En efecto, uno escribe y lo suelta, no al mar, claro, pero sí a una cosa aún más grande, desconocida y escabrosa: el internet. Los autores –profesionales o amateurs—nunca podrán saber con exactitud qué repercusiones finales tendrá un texto, a quién le gustará, a quién le puede parecer una blasfemia y, por lo tanto, qué contratiempos o beneficios le puede acarrear al que se atrevió a decir algo más allá de su esfera personal. Por supuesto, tampoco si algún listillo plagiará un escrito o toda una idea.

Que esto no es exclusivo de la era virtual es obvio. El punto radica en que ahora, con este tipo de herramientas, el oficio de escribir se ha masificado. A día de hoy, cualquier persona con un ordenador, algo de tiempo, ocio e interés, puede decirle al mundo lo que piensa sobre una multitud de temas.

Esto me lleva a los casos de algunos colegas que alimentan con regularidad blogs y cuyas posiciones no suelen ser del agrado de muchos, por lo que han recibido amenazas o intimidaciones. Aunque, claro, también habrá que destacar la formación de comunidad con aquellos que comparten lo que uno piensa y expone.

Hilado a anterior, el crítico literario Christopher Domínguez Michael (Ciudad de México, 1962), afirmó que es necesario ejercer algún tipo de censura a los comentarios que se dejan de manera irresponsable en esta clase de sitios (los famosos feedbacks). Pero, antes de continuar, ojo con el asunto. En este caso no debe entenderse al término censura como un acto inquisitorio, sino como una autorregulación necesaria para evitar problemas mayores como, por ejemplo, la difamación.

En efecto. En los blogs cualquiera puede usar un lenguaje bestial –tanto en ortografía como en “argumentos”—para denostar algún tema o escrito. Aunque esto ha ocurrido desde siempre cuando se publica algo, la presencia de estos sitios también ha facilitado el que cualquiera, bajo el anonimato, descalifique desde la irresponsabilidad y con la mano en la cintura a algo o a alguien. Y para ilustrar lo anterior, qué mejor ejemplo que el de los propios blogs de Letras Libres.

De la Colina ha señalado que luego de subir algún texto suele recibir cualquier cantidad de comentarios, desde felicitaciones hasta mentadas de madre, pasando por mensajes amorosos de antiguas novias y reclamos enjundiosos.

Uno de estos últimos es el que descalifica de forma sistemática cualquier cosa que provenga de los colaboradores de dicha revista bajo el “argumento” de que son “vendidos del imperio”.

Ante esto, el exiliado español respondió que sí, que sí son “vendidos del imperio”, pero que cuando quieren cobrar los cheques que el mismo imperio les envía, se encuentran con que los bancos han sido cerrados por las masas populares lideradas por… Elena Poniatowska.


El Guardián, diciembre 1, 2007.