domingo, diciembre 02, 2007

FIL 2007

En muchos aspectos México es contradictorio. La metáfora del país como un mendigo sentado sobre una mina de oro es aleccionadora. A veces tenemos todo, pero no aprovechamos nada, o bien, aparentamos estar en la ruina y resulta que estamos mejor de lo que pensamos.

Uno de estos casos es el relacionado con la lectura y los libros. No deja de ser interesante el fenómeno de que, siendo una sociedad tan poco cercana a ambas cosas, se desarrolle en nuestro territorio la celebración más importante del asunto en el idioma castellano. Me refiero a la Feria Internacional del Libro (FIL) que anualmente tiene lugar en Guadalajara. De acuerdo con cifras oficiales, leemos 2,5 libros al año. Nada para presumir. En contraste, tenemos a la máxima fiesta editorial del español en el planeta.

La semana pasada he asistido a esta Feria. Por donde se le vea es impresionante. La cantidad de libros, las nuevas ofertas, la vitalidad que muestra el gremio, el ambiente de fiesta que se respira por doquier. Si uno va, digamos, sin prejuicios, saldrá convencido de que somos una potencia intelectual. Ya en la calle la realidad hace su trabajo.

Para poder sacar provecho de lo que ahí se ofrece es necesario instalarse de tiempo completo y horas extras durante los 10 días que dura la celebración. Desafortunadamente, en esta ocasión sólo ha sido una visita efímera, pero de la cual he tomado las siguientes notas para compartir.

El domingo por la tarde se ha montado una mesa con los colaboradores de la revista Letras Libres que se han aventurado en la modalidad del blog, ese nuevo espacio virtual en forma de bitácora personal que ha venido a revolucionar –en parte—la literatura y el periodismo.

El escritor José de la Colina (Santander, 1934) abrió fuego afirmando que escribir un blog es algo parecido a lanzar botellas al mar, aunque la diferencia con la visión tradicional y romántica de esta metáfora es que, en estas bitácoras virtuales, pueden recibirse las respuestas de desconocidos casi de forma inmediata.

En efecto, uno escribe y lo suelta, no al mar, claro, pero sí a una cosa aún más grande, desconocida y escabrosa: el internet. Los autores –profesionales o amateurs—nunca podrán saber con exactitud qué repercusiones finales tendrá un texto, a quién le gustará, a quién le puede parecer una blasfemia y, por lo tanto, qué contratiempos o beneficios le puede acarrear al que se atrevió a decir algo más allá de su esfera personal. Por supuesto, tampoco si algún listillo plagiará un escrito o toda una idea.

Que esto no es exclusivo de la era virtual es obvio. El punto radica en que ahora, con este tipo de herramientas, el oficio de escribir se ha masificado. A día de hoy, cualquier persona con un ordenador, algo de tiempo, ocio e interés, puede decirle al mundo lo que piensa sobre una multitud de temas.

Esto me lleva a los casos de algunos colegas que alimentan con regularidad blogs y cuyas posiciones no suelen ser del agrado de muchos, por lo que han recibido amenazas o intimidaciones. Aunque, claro, también habrá que destacar la formación de comunidad con aquellos que comparten lo que uno piensa y expone.

Hilado a anterior, el crítico literario Christopher Domínguez Michael (Ciudad de México, 1962), afirmó que es necesario ejercer algún tipo de censura a los comentarios que se dejan de manera irresponsable en esta clase de sitios (los famosos feedbacks). Pero, antes de continuar, ojo con el asunto. En este caso no debe entenderse al término censura como un acto inquisitorio, sino como una autorregulación necesaria para evitar problemas mayores como, por ejemplo, la difamación.

En efecto. En los blogs cualquiera puede usar un lenguaje bestial –tanto en ortografía como en “argumentos”—para denostar algún tema o escrito. Aunque esto ha ocurrido desde siempre cuando se publica algo, la presencia de estos sitios también ha facilitado el que cualquiera, bajo el anonimato, descalifique desde la irresponsabilidad y con la mano en la cintura a algo o a alguien. Y para ilustrar lo anterior, qué mejor ejemplo que el de los propios blogs de Letras Libres.

De la Colina ha señalado que luego de subir algún texto suele recibir cualquier cantidad de comentarios, desde felicitaciones hasta mentadas de madre, pasando por mensajes amorosos de antiguas novias y reclamos enjundiosos.

Uno de estos últimos es el que descalifica de forma sistemática cualquier cosa que provenga de los colaboradores de dicha revista bajo el “argumento” de que son “vendidos del imperio”.

Ante esto, el exiliado español respondió que sí, que sí son “vendidos del imperio”, pero que cuando quieren cobrar los cheques que el mismo imperio les envía, se encuentran con que los bancos han sido cerrados por las masas populares lideradas por… Elena Poniatowska.


El Guardián, diciembre 1, 2007.

viernes, noviembre 23, 2007

Balance parcial

Así como al doctor le resulta complicado tratar con un familiar dentro de una relación profesional paciente-médico, así el politólogo se encuentra en una condición peculiar cuando analiza su vínculo primario como objeto de estudio.

Lo anterior viene a colación por el ineludible tema de las elecciones realizadas en el estado de Puebla el pasado 11 de noviembre para determinar la nueva composición del Congreso local (26 diputados de mayoría relativa y 15 de representación proporcional), así como la integración de los 217 ayuntamientos en que está dividida la entidad. La gente ha salido a votar y la autoridad electoral ha hecho el conteo. Los resultados llaman la atención. Veamos.

Un primer asunto es el de la participación. Un clásico ejemplo del vaso medio lleno o medio vacío. El porcentaje ha quedado en 51, de acuerdo con el Instituto Electoral del Estado de Puebla (IEEP), quien en voz de su consejero presidente, Jorge Sánchez, ha afirmado que es un buen resultado porque superaron la media nacional de afluencia a las urnas de 45 por ciento (Francisco Rivas, “Aplaude IEE 51% de votos en Puebla”, Reforma, noviembre 13, 2007, p. 17).

En contraste, también puede señalarse que el índice ha descendido respecto a los últimos comicios realizados, ya que en las presidenciales de 2006 el porcentaje de participación a nivel nacional fue de 58,55 y en Puebla de 57,74.

En general, los datos nos muestran que sólo a la mitad de los electores poblanos les ha interesado acudir a las casillas a ejercer su derecho al sufragio.

El segundo tema es el de los resultados. Llama la atención que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) haya obtenido tal cantidad de triunfos en ambos frentes: 25 de 26 diputados de mayoría y 143 de 217 municipios (frente a 52 del PAN, 16 para la coalición PRD-Convergencia, dos para el PT, dos para Nueva Alianza, uno para Esperanza Ciudadana y uno que está en espera de resolución).

¿Y por qué llaman la atención? Básicamente porque se preveía otro tipo de tendencia en la votación luego del escándalo en el que se vio envuelto el titular del Ejecutivo estatal (PRI) en febrero de 2006. Asimismo, son de notar porque un signo de los comicios estatales en el últimos años ha sido el de la alta competencia partidista, la cual ha propiciado la presencia de gobiernos divididos, es decir sin la hegemonía de uno sobre los demás.

El número de cargos públicos que los electores poblanos han depositado en el PRI nos indica que, pese a todo, se sigue otorgando confianza a este partido para dirigir los asuntos comunitarios.

Ahora bien, las razones para explicar este fenómeno se bifurcan. Por un lado, se puede esgrimir que lo estatal no significa necesariamente lo local, que el electorado es maduro y que ha distinguido estos ámbitos de gobierno y los personajes que los representan, o bien, que la decisión final correspondió a la oferta política que recibieron en sus respectivas jurisdicciones. Por el otro, que la estrategia para atenuar el audioescándalo ha funcionado, que no hay opciones partidistas con la suficiente fuerza para afrontar la competencia y que la población ha olvidado demasiado pronto. Todo dependerá –como afirma el clásico—del cristal con que se mire.

Finalmente, en el caso de Huauchinango los resultados más que sorprender han confirmado un hecho: la consolidación de un grupo político en el poder. Al final del día, en eso consiste la política: en obtener, retener y acrecentar el poder. Sin embargo, lo que llama la atención es que, las escisiones del mismo grupo que han intentado competir y que en el papel aparecían como las más indicadas y las más fuertes para hacerlo, han fracasado en sus intentos. Algo que obligará a replantear la estrategia en el corto plazo a aquellos que hoy se han vuelto a ubicar en el lugar de la oposición.

Por el momento las aguas deberán volver a su cauce. Después de los comicios se avecinan tres años de trabajo. Nunca está por demás recordar que el punto relevante de las elecciones no termina con la obtención del cargo público, sino que justo comienza en ese instante. La entidad presenta serios rezagos que deben atenderse de manera inmediata y en el cual el papel de las nuevas autoridades será crucial.


El Guardián, noviembre 17, 2007.

martes, noviembre 13, 2007

Naturales tragedias humanas

El término “calentamiento global” está en peligro. No porque se trate de una falsedad o porque sea irrelevante. No. Lo está porque se encuentra a un paso de convertirse en un cliché y en un lugar común. Si hace algunos años todas las explicaciones a los males del planeta se limitaban a una, al “neoliberalismo”, en la actualidad hemos encontrado en él al sustituto perfecto para justificar nuestras desgracias con nombre y apellido.

Esto no significa que el tema sea banal. Al contrario, es tan relevante que, frente a la contundencia de los hechos que demuestran su existencia y sus probables repercusiones en la vida cotidiana, muchos listillos están intentando usarlo como el manto protector por el que se justifiquen errores más cercanos a la acción o no acción de los hombres que a la propia naturaleza.

Si uno revisa las hemerotecas y los informes de la gestión gubernamental nos percataremos que una característica del país es la de enfrentar de manera sistemática contingencias naturales.

Así, por ejemplo, un año tenemos un gran sismo originado en la costa de Guerrero y al otro un huracán de nombre anglosajón golpea con furia la Península de Yucatán. Superada la emergencia escuchamos que un incendio fuera de control se extiende por los bosques del centro, al tiempo que una sequía atípica campea en los estados del norte. De hecho, el asunto se ha convertido en algo tan cercano y común que muchas veces ya no sólo somos testigos de su presencia por la televisión, sino que la padecemos en directo, tal y como sucedió con las lluvias de octubre de 1999 aquí en la Sierra Norte de Puebla.

Sin embargo, el punto consiste en preguntarse si en todos los casos la tragedia ha sido necesariamente inevitable. Es decir, si la acción humana no podía haber erradicado el riesgo o, al menos, haberlo disminuido.

Estamos de acuerdo en que una emergencia es eso, es decir un suceso o un accidente que ocurre de manera súbita e inesperada. En ocasiones ni los más sofisticados métodos de prevención pueden hacer frente a los embates de la naturaleza. Pero los hechos también demuestran que la experiencia y la ciencia han permitido estar en condiciones menos vulnerables que antaño.

En la actualidad contamos con imágenes satelitales que muestran la evolución de las condiciones atmosféricas en los océanos, con sensores que permiten anticipar movimientos telúricos y, sobre todo, con el aprendizaje que años de padecimientos nos han dejado. Ante esto, ¿por qué seguimos siendo extremadamente frágiles ante esta clase de contingencias?

Aquí vuelvo al punto de inicio. La respuesta se ha ido simplificando a tal grado que, a la menor provocación, cualquiera puede sugerir que se debe al “calentamiento global”. De acuerdo, pero no del todo. La intervención o no intervención de las administraciones públicas es un factor crucial, al igual que los hábitos y las costumbres de la población.

¿Por qué se sigue permitiendo el uso de las riberas de los ríos como zonas habitacionales? ¿Por qué se tolera que se siga dañando el medio ambiente? ¿Por qué pasada una emergencia no se toman medidas de fondo y se vuelve a confiar en la buena suerte o en el azar?

Un círculo vicioso nos envuelve. Los gobiernos de los tres ámbitos de gobierno no participan en la solución de estos problemas, o bien, aunque deseen hacerlo, en ocasiones no cuentan ni con el personal, ni con la fuerza, ni con los recursos suficientes para concluir las buenas intenciones y proyectos que se han repetido hasta la saciedad en foros, seminarios, congresos y reuniones de trabajo.

Pero también la población tenemos un grado de responsabilidad. Después de que se asoma una lágrima en nuestros ojos al mirar las imágenes de las tragedias naturales por la televisión, seguimos congestionando las alcantarillas con basura, por dar sólo un ejemplo.

El calentamiento global y su impacto en el medio ambiente son contundentes. Sin embargo, existe el riesgo de tratar de explicar y justificar todo a través de la sola invocación de su nombre. Estamos en el umbral de convertirlo en nuestro villano favorito y en el enemigo público número uno en turno.

Si hace unos años era, repito, el multimencionado neoliberalismo (y antes los comunistas, los terroristas, los narcotraficantes y hasta los extraterrestres), en la actualidad ese lugar lo está tomando la cuestión ambiental.

Post Scriptum

El día de mañana se elige a los ayuntamientos y a los integrantes del Congreso del estado de Puebla. El momento supremo en el que la ciudadanía ejerce su soberanía para elegir a sus gobernantes y representantes. La petición es, una vez más, que se aproveche este derecho y que se asista a las urnas.

El Guardián, noviembre 10, 2007.

lunes, octubre 22, 2007

Elecciones y medios de comunicación

Los comicios para elegir al nuevo alcalde de Huauchinango están a la vuelta de la esquina. En menos de 30 días sabremos el nombre de aquellos que tendrán bajo su responsabilidad la conducción del municipio durante los próximos tres años. Los que no estamos en la ciudad, pero que nos interesamos en ella, hemos seguido el desarrollo de la competición a través de los medios de comunicación disponibles. ¿Qué consideraciones hay al respecto? Veamos.

La cobertura ha mostrado, en términos generales, altibajos. Los medios estatales en línea suelen dedicar, tal y como tradicionalmente ha sucedido, un espacio acotado a lo que sucede más allá de la capital de la entidad y su zona conurbada. Este fenómeno me ha llamado la atención desde siempre. La Sierra Norte ha vivido, en mi opinión, un cierto desarraigo de quien debe ser su referente político y administrativo inmediato, es decir de la ciudad de Puebla.

Lo anterior se puede ejemplificar con lo que experimentamos en términos de oferta televisiva hasta antes de la entrada del servicio satelital y por cable. En Huauchinango no se veían los telediarios de la capital estatal, aquellos que, en teoría, debían mostrar cierto interés por lo que sucede en la demarcación. Lo que había era un caudal de noticias, pero de la entidad vecina, es decir de Veracruz. Por años nos enteramos más de lo que ocurría en Paso del Macho o en Paso de Ovejas, pero no de los asuntos públicos de los municipios colindantes.

Al parecer, esta situación ha variado poco en los últimos tiempos. A pesar de que ya existe una mayor cobertura de los acontecimientos de la zona por la existencia de más medios y por el uso de internet, éstos suelen limitarse a la época electoral o a la presentación de notas policíacas o atípicas.

Por otro lado, un aspecto que destaca es que, de las notas que se pueden consultar en los principales diarios en línea del estado, la mayor parte de ellas enfatizan los conflictos y las diferencias (las cuales son noticia, claro), pero minimizan la presentación de las propuestas (si es que las hay, claro) de las planillas que compiten por el ayuntamiento.

En efecto, en las semanas recientes los lectores nos hemos podido enterar de las acusaciones que se han cruzado los candidatos, de las diferencias al interior de los partidos y de las alianzas que han formado, de algunos brotes de violencia durante los actos de campaña, de los acontecimientos de color durante la visita de Andrés Manuel López Obrador a la Plaza del Ayuntamiento, pero… poco o casi nada se puede saber de lo que piensan hacer los aspirantes cuando arriben al cargo.

Esto puede sonar a un lugar común y una expresión políticamente correcta. Sin embargo, estoy convencido de que también se trata de una duda legítima. Por ejemplo, ¿cuál es el plan de trabajo de los competidores?, ¿qué están planeando realizar para solucionar problemas como la inseguridad, el ordenamiento urbano, la recolección de la basura, la atención a las comunidades indígenas, entre otros temas?, ¿a qué personas están considerando incluir en sus equipos?, ¿cómo se abordará la mejora de la administración pública local?

El hecho de que estos temas no ocupen lugares privilegiados en los medios no significa que no existan (aunque tampoco garantiza que sí los haya). El punto a destacar es que, aunado a la presentación de notas que den cuenta de los peculiares elementos de folklore que rodean a una elección municipal, sería conveniente que los lectores tengamos mayores instrumentos de decisión antes de emitir el sufragio, lo cual pasa, de manera forzosa, por la presentación de las plataformas electorales de los partidos.

La importancia de los medios de información, tanto impresos como electrónicos, es crucial en el desarrollo de la vida pública. Su función es insustituible en lo que respecta a la formación del sentido común de la población y en su papel de arena de debate de los asuntos comunitarios.

El politólogo norteamericano Robert Dahl puso en claro el tema: una democracia fuerte requiere ciertos arreglos, prácticas e instituciones políticas, entre las que se encuentran la libertad de expresión y las fuentes alternativas de información.

En la medida en que tengamos medios consolidados e independientes la calidad de la discusión de los asuntos políticos se incrementará. Se trata de un ideal que no debe dejar de perseguirse.


El Guardián, octubre 20, 2007.

jueves, octubre 11, 2007

Instantáneas de septiembre

¿Quién? (se creen)

El ex presidente Vicente Fox sigue dando de qué hablar (su segunda esposa aún le llama "presidente" , por cierto). La última ha sido su aparición en la revista de sociales Quién, junto a Marta Sahagún, mostrando las remozadas instalaciones de su rancho en San Cristóbal, Guanajuato. Ahí ha hecho ostentación de lo que el sexenio que él dirigió al país le ha dejado en términos de bonanza económica. Nueva posición, nueva vida.

Por supuesto, la función que realizó como titular del Poder Ejecutivo merece una recompensa. No necesariamente por los méritos que haya tenido, sino por el simple hecho de que ser el presidente también es un trabajo. Claro, no es una labor común y corriente, pero no deja de pertenecer a una nómina. Entonces, el desempeñarlo implica que las cuentas bancarias muestren algún impacto positivo.

El dinero que ha ganado lo puede invertir en lo que quiera. Tal y como sucede con usted lector o conmigo. Así, Fox bien pudo haber decidido comprar una flotilla de camiones, montar una taberna o… remodelar su vivienda. El punto es que, al parecer, la virtud y la mesura siguen siendo su lado flaco.

Una regla no escrita para los ex presidentes mexicanos ha sido la discreción, sobre todo en la vida política. En un artículo reciente el Dr. Mauricio Merino lo definía con claridad: desde Lázaro Cárdenas se ha hecho implícito un pacto de alejamiento para esta clase de personas. El último intento de seguir en la palestra lo encarnó Carlos Salinas, quien apareció en una humilde casa de Agualeguas, NL., ataviado con chaqueta de piel y bebiendo agua Evian, mientras trataba de demostrar a la opinión pública que se encontraba en huelga de hambre. Los resultados de esa acción son conocidos por todos.

Quizás Fox no está buscando influir en la dirección del Estado (algo que tampoco realizó con eficiencia durante su mandato), pero lo que sí está logrando –y con creces—es abrir frentes de conflicto a la actual administració n, innecesarios y gratuitos la mayoría de ellos. Más allá de las sospechas sobre el enriquecimiento de los Fox Sahagún, lo que ha generado controversia es ese afán protagónico que los ha llevado a exhibirse en dicha publicación. Una especie de ofensa por el gusto de nuevo rico de provincia frente a la pobreza generalizada del país.

Por algo Platón, hace más de 2 mil años, recomendaba que el ejercicio de gobierno recayera sólo en los sabios y en los filósofos.

El Rector

Se acerca el tiempo de renovación en la Universidad Nacional. Pronto la comunidad universitaria deberá elegir al nuevo Rector, aquel que sustituirá al Dr. Juan Ramón de la Fuente.

En mi opinión, la gestión de este último ha sido notable. Tomó a la Universidad en uno de sus peores momentos (después de la huelga de 1999) y la ha conducido a mejores estadios. Hoy está situada entre las 100 mejores del orbe y su imagen negativa poco a poco ha ido quedando atrás. Hace una semana Ciudad Universitaria ha sido reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

El hecho de haber podido desactivar un conflicto político de las dimensiones del paro no ha sido poca cosa. Gobernar un ente como la Universidad es casi como llevar las riendas de un pequeño país. El capital político que le ha redituado lo anterior al Rector es considerable. Tanto, que varios candidatos presidenciales en 2006 estuvieron disputando su fichaje dentro de sus equipos.

Ahora, al final de su administración, la pregunta que queda es, ¿qué hará de la Fuente después de la Universidad? No exageraría si afirmo que es uno de los personajes con mayor legitimidad en el país en este momento. Sin embargo, la duda más fuerte es, ¿quién ocupará su lugar en Rectoría? Suenan algunos nombres, pero aún no hay nada seguro.

Espero, por el bien de mi Universidad, que el que venga llene con creces los zapatos de de la Fuente.

Lluvias y más lluvias

Al momento de escribir estas líneas leo en los diarios estatales y nacionales que las precipitaciones más recientes en la Sierra Norte de Puebla por el paso del huracán Lorenzo ya han cobrado la vida de tres personas en el municipio de Chiconcuautla. Una situación lamentable que nos lleva a una consideración: el trabajo que tiene que realizarse en el futuro debe enfocarse en la prevención.

En efecto, los servicios de atención a contingencias naturales han mostrado su eficacia. Sin embargo, el punto debe atacarse desde la raíz, es decir las autoridades locales deberán reubicar a las personas que se encuentran en situación de riesgo para, de esta forma, no estar atendiendo sólo emergencias en cada nueva temporada de lluvias, las cuales, por cierto, son más intensas conforme pasan los años.


El Guardián, septiembre 29, 2007.

Impuestos

El político e inventor norteamericano Benjamin Franklin solía afirmar que en esta vida sólo tenemos dos cosas seguras: la muerte y… el pago de impuestos. Sobre el primero, ni duda. Sobre el segundo, la historia se ha encargado de comprobarlo. Desde el instante mismo en que pertenecemos a una comunidad debemos contribuir al mantenimiento de la misma.

En el debate académico y en los discursos políticos se ha afirmado hasta la saciedad que en México el nivel de recaudación es muy bajo, ya no sólo en relación a lo que sucede en países desarrollados, sino frente a sus homólogos latinoamericanos. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en el país se cobra 0.3 por ciento del PIB, mientras que en Chile, por ejemplo, la tasa se eleva a 3 por ciento.

Lo anterior ha tenido un impacto negativo en la operación de las administraciones públicas y, por ende, en los servicios que se prestan a la población. Una frase que sintetizaría el conflicto es: muchas carencias, pocos medios para afrontarlas.

En este punto es conveniente recordar la lógica que rige el pago de impuestos. El Estado necesita dinero para cumplir sus obligaciones. Esos recursos los obtiene de las contribuciones de sus habitantes. Los impuestos se retribuyen en formas diversas (servicios públicos, infraestructura, seguridad, entre otros). De esta manera se crea un círculo virtuoso –al menos en teoría—en el cual el dinero público no se pierde, sino sólo se "recicla".

Uno de los ejemplos clásicos sobre el tema es el de los países escandinavos. Ahí, los pagos que deben realizar sus habitantes al Estado son bastante elevados. Sin embargo, los contribuyentes los realizan porque sus autoridades se han ganado la legitimidad para cobrarlos, es decir los transforman en servicios sociales eficientes y dignos.

En México, sobra decirlo, esto no ha sido así. Múltiples factores históricos han abonado para que los niveles de recaudación sean bajos y para que los recursos públicos no siempre se conviertan en obras y servicios. Arreglos y prebendas a grupos de poder, evasión, una legislación fiscal confusa, cobros selectivos, politización de temas técnicos, un creciente sector informal de la economía, entre otros, han ido minando la capacidad del Estado para cobrar y la confianza del ciudadano para aportar.

La reciente discusión en el Congreso de la reforma fiscal ha vuelto a poner el tema a debate con una particularidad: dejar al descubierto el doble discurso que suele generar. Veamos.

Existe cierto consenso en afirmar que el Estado mexicano necesita más recursos, sobre todo para –como afirma la publicidad oficial—ayudar a los que menos tienen. De acuerdo. Sin embargo, pocos o casi nadie está dispuesto a asumir los costos políticos que esto implica. Ahí tenemos, por ejemplo, el caso del aumento a los combustibles. Esta iniciativa fue presentada en el parlamento y, frente a la andanada de críticas que provocó en los medios y en la opinión pública, después nadie asumía la paternidad de la misma, casi como si hubiese llegado caminando sola a San Lázaro.

Cobijados en una supuesta defensa a ultranza de la población, diversos actores políticos se deslindaron del tema, afirmando que no permitirían un nuevo golpe a la economía popular. Una posición que suele dar buenos dividendos electorales. En contraste, una vez aprobado dicho aumento gradual, los titulares de las administraciones a las cuales se dirigirá lo que se logre recaudar no se han mostrado muy indignados por recibirlo (el impuesto a la gasolina y el diesel está etiquetado a las entidades federativas) .

Entonces, lo que tenemos es una aceptación de facto de la necesidad de más recursos, pero también una posición mustia sobre el riesgo de asumir estas responsabilidades. Al respecto, también debe recordarse que una de las vías propuestas para mejorar las haciendas locales ha sido el cobro de impuestos municipales y estatales, los cuales han sido rechazados por estos ámbitos de gobierno, trasladando sistemáticamente esta responsabilidad (y sus consecuencias) a su contraparte federal.

Por supuesto, si uno se pone en los zapatos de los actores políticos sabe que estar por el cobro de más impuestos significará casi el fin de la gracia popular. Sin embargo, sería conveniente que fuésemos dejando atrás estos complejos de abordar los asuntos por su nombre y que el verdadero motivo de preocupación no sea anunciar que se van a modificar los impuestos, sino saber con exactitud en qué y cómo se van a gastar los fondos que se esperan recaudar.

Si Franklin nos mostró la inevitabilidad del pago de impuestos, el político francés Jean-Baptiste Colbert nos legó la esencia del asunto: "el arte de los impuestos consiste en desplumar el ganso de forma que se obtenga la mayor cantidad de plumas con la menor cantidad de protestas".


El Guardián, septiembre 22, 2007.

Poder contra poder

Se puede o no estar de acuerdo con la trayectoria política de Manlio Fabio Beltrones, pero la declaración que ha dado el miércoles 12 de septiembre por la aprobación en el Senado de la reforma electoral ha sido contundente: "quienes quieren hacer valer simplemente su fuerza o poder acumulado, que no se equivoquen, porque podrán doblar a más de un político, pero nunca quebrar al Estado".

Se ha referido a los medios de comunicación, en especial a los electrónicos, los cuales emprendieron una inusual ofensiva para echar abajo –o al menos retrasar—la discusión de los cambios a las reglas del juego comicial en el país.

En efecto, a partir de ese día la Cámara Alta ha establecido que se reduce en 50 por ciento el costo de la campaña presidencial, que ni los partidos políticos ni terceras personas podrán contratar propaganda en radio y televisión, que se dispondrá de los tiempos de Estado (tiempos oficiales) para la difusión de propaganda partidista, que el IFE administrará y distribuirá estos tiempos entre los partidos y que se prohíbe la "campaña negra" o la denigración de los adversarios en la fase previa a los comicios, entre otros aspectos.

Todo esto se resume en un ahorro de aproximadamente 3 mil millones de pesos al erario público, de los cuales los medios solían llevarse una buena tajada cada vez que los ciudadanos éramos convocados a las urnas.

Si se reflexiona con buena fe se dará un voto de confianza a las razones esgrimidas por los propietarios y los voceros de las principales cadenas de comunicación para oponerse a lo anterior. Es decir, estaríamos de acuerdo en poner por delante el derecho a la libertad de expresión, la libre competencia y la rendición de cuentas. ¿Quién podría negarse a tales cosas? Sin embargo, como bien sabemos, la política se rige por otro sistema de valores.

Entonces, la suspicacia nos dice que el origen de esta movilización, expresada en transmisiones en cadena nacional, participación directa en las reuniones legislativas y en el montaje de mesas de discusión y análisis, se debe a que una importante fuente de recursos financieros se está cerrando para los consorcios mediáticos.

Los que creemos en el Estado y en las instituciones celebramos la reforma y la posición adoptada por los legisladores federales. Sin embargo, lo ocurrido la semana que concluye también habrá que abordarlo con mesura. El debate no debe plantearse como algo maniqueo, es decir como una confrontación entre los buenos (los senadores) y los malos (los medios). No. Lo que hemos observado ha sido una lucha de poder aderezada con el explosivo ingrediente del dinero.

¿Qué es el poder? De acuerdo con Max Weber, este término debe entenderse como la probabilidad de que un actor político, dentro de una relación social, esté en posición de ejercer su voluntad a pesar de la resistencia que se le puede presentar.

Lo anterior se ha visto reflejado en la cada vez más influyente posición que los medios han tenido en la política. Basados en la necesidad de aparecer en sus espacios, algunos de ellos han dejado de ser la arena de debate de los asuntos públicos para erigirse en los verdaderos electores. Esto, de manera obvia, ha calado en el ánimo de los políticos (y también de la ciudadanía), quienes muchas veces han tenido que doblegarse ante los primeros para lograr sus objetivos. Una relación que ha dado muestras de su riesgoso potencial hace apenas un año.

Por esta razón, lo que se debe destacar es la posición que han adoptado los senadores en este tema específico. Quizás de manera circunstancial, sí, pero a final de cuentas con destellos de estadistas. Me refiero a que, más allá de que los medios son "el cuarto poder", no debe olvidarse que el Estado reclama para sí uno de los tres primeros, el poder político.

No deja de ser curioso que, frente a los sistemáticos exhortos que los medios han hecho a los legisladores para trabajar por el país y olvidarse de posiciones partidistas, ellos mismos hayan sido el detonador para que las tres principales fuerzas políticas actuaran de manera conjunta y coordinada, al menos por una vez en un tema concreto.

Sin embargo, faltan muchas cosas por cambiar. Una de ella es, precisamente, la manera en la que trabaja el lugar donde se ejerce la soberanía. Ahora el Congreso ha dado muestras de cohesión y acuerdos. Pero, ¿cuántas veces no hemos observado lo opuesto? De hecho, la remoción de los consejeros del IFE tiene un tufillo a ajuste de cuentas. Como bien ha señalado Luis Aguilar, existe el riesgo de pasar del presidencialismo al congresismo, del poder unipersonal al poder multitudinario sin contrapesos efectivos. En el mediano plazo también hace falta una reforma a los propios reformadores.

Por el momento ha sido provechoso que las reglas electorales se reformulen. Es difícil creer que el país pueda soportar otros comicios como los del año pasado.


El Guardián, septiembre 15, 2007.