martes, noviembre 13, 2007

Naturales tragedias humanas

El término “calentamiento global” está en peligro. No porque se trate de una falsedad o porque sea irrelevante. No. Lo está porque se encuentra a un paso de convertirse en un cliché y en un lugar común. Si hace algunos años todas las explicaciones a los males del planeta se limitaban a una, al “neoliberalismo”, en la actualidad hemos encontrado en él al sustituto perfecto para justificar nuestras desgracias con nombre y apellido.

Esto no significa que el tema sea banal. Al contrario, es tan relevante que, frente a la contundencia de los hechos que demuestran su existencia y sus probables repercusiones en la vida cotidiana, muchos listillos están intentando usarlo como el manto protector por el que se justifiquen errores más cercanos a la acción o no acción de los hombres que a la propia naturaleza.

Si uno revisa las hemerotecas y los informes de la gestión gubernamental nos percataremos que una característica del país es la de enfrentar de manera sistemática contingencias naturales.

Así, por ejemplo, un año tenemos un gran sismo originado en la costa de Guerrero y al otro un huracán de nombre anglosajón golpea con furia la Península de Yucatán. Superada la emergencia escuchamos que un incendio fuera de control se extiende por los bosques del centro, al tiempo que una sequía atípica campea en los estados del norte. De hecho, el asunto se ha convertido en algo tan cercano y común que muchas veces ya no sólo somos testigos de su presencia por la televisión, sino que la padecemos en directo, tal y como sucedió con las lluvias de octubre de 1999 aquí en la Sierra Norte de Puebla.

Sin embargo, el punto consiste en preguntarse si en todos los casos la tragedia ha sido necesariamente inevitable. Es decir, si la acción humana no podía haber erradicado el riesgo o, al menos, haberlo disminuido.

Estamos de acuerdo en que una emergencia es eso, es decir un suceso o un accidente que ocurre de manera súbita e inesperada. En ocasiones ni los más sofisticados métodos de prevención pueden hacer frente a los embates de la naturaleza. Pero los hechos también demuestran que la experiencia y la ciencia han permitido estar en condiciones menos vulnerables que antaño.

En la actualidad contamos con imágenes satelitales que muestran la evolución de las condiciones atmosféricas en los océanos, con sensores que permiten anticipar movimientos telúricos y, sobre todo, con el aprendizaje que años de padecimientos nos han dejado. Ante esto, ¿por qué seguimos siendo extremadamente frágiles ante esta clase de contingencias?

Aquí vuelvo al punto de inicio. La respuesta se ha ido simplificando a tal grado que, a la menor provocación, cualquiera puede sugerir que se debe al “calentamiento global”. De acuerdo, pero no del todo. La intervención o no intervención de las administraciones públicas es un factor crucial, al igual que los hábitos y las costumbres de la población.

¿Por qué se sigue permitiendo el uso de las riberas de los ríos como zonas habitacionales? ¿Por qué se tolera que se siga dañando el medio ambiente? ¿Por qué pasada una emergencia no se toman medidas de fondo y se vuelve a confiar en la buena suerte o en el azar?

Un círculo vicioso nos envuelve. Los gobiernos de los tres ámbitos de gobierno no participan en la solución de estos problemas, o bien, aunque deseen hacerlo, en ocasiones no cuentan ni con el personal, ni con la fuerza, ni con los recursos suficientes para concluir las buenas intenciones y proyectos que se han repetido hasta la saciedad en foros, seminarios, congresos y reuniones de trabajo.

Pero también la población tenemos un grado de responsabilidad. Después de que se asoma una lágrima en nuestros ojos al mirar las imágenes de las tragedias naturales por la televisión, seguimos congestionando las alcantarillas con basura, por dar sólo un ejemplo.

El calentamiento global y su impacto en el medio ambiente son contundentes. Sin embargo, existe el riesgo de tratar de explicar y justificar todo a través de la sola invocación de su nombre. Estamos en el umbral de convertirlo en nuestro villano favorito y en el enemigo público número uno en turno.

Si hace unos años era, repito, el multimencionado neoliberalismo (y antes los comunistas, los terroristas, los narcotraficantes y hasta los extraterrestres), en la actualidad ese lugar lo está tomando la cuestión ambiental.

Post Scriptum

El día de mañana se elige a los ayuntamientos y a los integrantes del Congreso del estado de Puebla. El momento supremo en el que la ciudadanía ejerce su soberanía para elegir a sus gobernantes y representantes. La petición es, una vez más, que se aproveche este derecho y que se asista a las urnas.

El Guardián, noviembre 10, 2007.

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