lunes, octubre 08, 2007

Agenda de riesgos 2006 (II)

Hace dos semanas enlisté algunos temas que considero serán relevantes en las presidenciales del año 2006. Como mencioné al final de ese texto, aún existen muchos más asuntos dignos de analizar por el impacto que desde ahora se puede prever tendrán en la definición del próximo presidente de este país. De esta forma, a continuación presento una extensión de esta serie.

En fechas recientes la Secretaría de Gobernación anunció el diseño de mecanismos de seguridad para los candidatos presidenciales, los cuales se presentarán a los equipos de campaña con el fin de que estos decidan si los aceptan o no. La intención es garantizar al máximo la integridad de los mismos durante las campañas. Este hecho genera dos lecturas. La primera, existe un riesgo latente de que alguno o algunos de los candidatos presidenciales sea objeto de agresión durante sus recorridos proselitistas. Por supuesto, el grado de violencia no se puede definir con claridad, pero el simple hecho de que se esté considerando un blindaje oficial hacia los que serán los principales personajes políticos durante 2006 habla de que los tiempos en que todo transcurría con relativa calma han quedado atrás.

De hecho, desde el asesinato de Luis Donaldo Colosio en marzo de 1994 y los demás actos violentos ocurridos en ese año-prueba-cero, la pérdida de la inocencia se hizo patente en la política nacional contemporánea. El factor que se pretende disminuir con esta medida es el del colapso de las elecciones ante posibles ataques de grupos organizados que pongan en jaque no sólo a los partidos, sino a todo el conjunto de institucionales nacionales. Sin ánimo de ser alarmista, cualquiera que revise los diarios nacionales por estos días podrá tener un panorama sobre el nivel de inseguridad a que se ha llegado de un tiempo a esta parte. ¿Por qué tendrían los políticos que quieren regir a México ser ajenos a un posible riesgo de ataque? En este momento es muy difícil aventurar la inexistencia de sectores que consideren intervenir en el proceso a través de métodos violentos.

El segundo aspecto que se desprende de esta situación es la posible respuesta que los partidos hagan a dicho ofrecimiento. Las estructuras partidistas podrán alegar que el Ejecutivo Federal intenta inmiscuirse en su vida interna con oscuros intereses, por lo que lo incluirán de facto en la lista de sospechosos. En cualquier caso, este anuncio permite considerar un factor de riesgo real para los comicios del próximo verano.

Por otra parte, la legitimidad de las propias elecciones no está del todo consolidada a siete meses de su realización. A diferencia de lo ocurrido seis años atrás, donde los comicios gozaron de una aceptación destacable, ahora existen muchas dudas sobre las circunstancias que la rodean, por ejemplo, la composición y solidez del árbitro de la contienda (el IFE), la eficiencia para garantizar limpieza, transparencia y seguridad al momento de votar, así como en la aceptación irrestricta y civilizada de los resultados, cualquiera que sea su tendencia final.

A esto han abonado diversos factores. Entre los más importantes podemos destacar la integración del nuevo Consejo General del IFE, el cual, en contraste con su antecesor, no está integrado por figuras de la relevancia de Woldenberg, Merino, Peschard, et al. Esto no debe confundirse con una nostalgia por un consejo de notables inamovible e infalible. Por el contrario, lo que se busca es que, como bien afirmó el Mtro. Woldenberg, en el futuro un dentista sea el encargado de dirigir al IFE. Sin embargo, en estos momentos, sin un sistema democrático consolidado y con serias dudas sobre la vida política en general, lo ideal es que el responsable de las elecciones cuente con un blindaje de autoridad moral a toda prueba. Desafortunadamente, esto aún no se logra, aunque es algo a lo que todos debemos contribuir a alcanzar antes de julio.

Otro asunto que incrementa este riesgo es el de la sofisticación de los métodos fraudulentos de coacción del voto. ¿Qué significa esto? En resumen, que aún no alcanzamos el ideal de que cada sufragio es emitido en condiciones de libertad total. Los folklóricos usos y costumbres nacionales del ratón loco, de la operación tamal, del carrusel y del embarazo y quema de urnas quizás se estén extinguiendo, lo cual es –sin duda—algo por lo que debemos estar orgullosos y satisfechos. El punto radica en que ahora la influencia sobre las personas para definir su voto ha alcanzado niveles más –digamos—complejos. Para julio de 2006 es difícil que un indígena deje que su credencial de votar le sea decomisada con el fin de “ayudarle” a participar en la fiesta de la democracia (como los cursis le llaman al hecho de votar), pero sí es muy probable que se le condicionen servicios y recursos para apoyar a tal o cual candidato, o bien, que simple y llanamente no cuente con la suficiente información para tomar una decisión adecuada. Asimismo, la tradicional e histórica posición subordinada de la ley en México genera que, aunque se detecten a presuntos delincuentes electorales, no exista la seguridad de que su proceder ilícito sea castigado efectivamente.

Diversos personajes han considerado en ocasiones que esta clase de argumentos forman parte del inagotable espíritu catastrofista de los analistas políticos (en el mejor de los casos). Ojalá fuese así. Lo único que se intenta destacar con esta clase de recuentos es que el ideal de las elecciones mexicanas aún está por alcanzarse. Se ha avanzado mucho, claro, es un hecho innegable, pero en muchas latitudes, sobre todo en los municipios, la situación aún se encuentra instalada en las peores épocas del oscurantismo. Además, como cualquier otra construcción humana, la democracia es algo que nunca dejará de ser perfectible e inacabable, por lo tanto es útil pensarla y repensarla cuantas veces sea necesario.

Sobre todo si somos conscientes de que nuestra vida está determinada –en gran medida—por nuestra participación política, sin importar nuestro grado de involucramiento o conocimiento de la misma.

Post Scriptum

Aprovecho este espacio para agradecer sinceramente el respaldo que amigos y familiares me brindaron durante los difíciles momentos que siguieron al lamentable fallecimiento de mi madre. Sin el apoyo que me mostraron todo seguiría aún más cuesta arriba. Ahora sólo resta continuar incorporando las enseñanzas que esta clase de acontecimientos nos dejan: aprovechar el tiempo al máximo y ser útil en cualquier momento y circunstancia.

El Guardián, diciembre 3, 2005.

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