lunes, octubre 08, 2007

Tiempos oscuros

“No voy a negociar mi posición, de ninguna manera, ante nadie voy a ceder, estoy plenamente convencido que soy el candidato del PRI a la Presidencia de la República”. Septiembre 24 de 2005 en Aguascalientes. El que habló era Arturo Montiel Rojas, ex gobernador del Estado de México y, en esa fecha, precandidato del PRI a las presidenciales de 2006.

“Sé bien que esta acción (la filtración sobre los bienes de Montiel y su familia) fue diseñada y ejecutada por aquellos a quienes mi candidatura no convenía, y por quienes vieron en mí una opción ganadora (...) Estos señalamientos han lastimado mi dignidad y la de mi familia (...) Por estas razones... he tomado la decisión de no continuar en la contienda de mi partido para elegir a su candidato presidencial”. Octubre 20 de 2005 en la Ciudad de México. De nuevo se trata de Arturo Montiel, ahora en conferencia de prensa en las instalaciones de su partido dando a conocer su declinación.

El sociólogo alemán Max Weber estableció en su obra El político y el científico (1918) que aquellos que deciden hacer de la política su vocación deben estar preparados para pactar con los demonios. Esta metáfora trató de dejar en claro que esta actividad está determinada en todo momento por su objeto central: el poder. Así, el altruismo, la filantropía o la simple buena voluntad no son las mejores prácticas en su dinámica. Unos años después, otro alemán, Carl Schmitt, amplió estas consideraciones al establecer de manera tajante que el concepto de lo político se reduce al siguiente axioma: la distinción entre “amigo” y “enemigo”.

Hoy podemos constatar ambos hechos en la vida política mexicana de manera hiperreal. La lucha por el poder, encarnada en la obtención de la Presidencia del país, ha dejado al descubierto las peores prácticas enraizadas en nuestro sistema político. Si hace unos días el reclamo era disminuir los enormes gastos en la publicidad de los precandidatos e incrementar la presentación de ideas y proyectos, la petición actual es mantener los brotes de violencia en niveles tolerables y manejables.

Arturo Montiel ha sido desplazado de las primarias priístas por medio de propuestas que, tal y como afirmara el protagonista del filme El Padrino, sus promotores sabían que no podía rechazar. El ganador inmediato de este hecho ha sido el otro precandidato, Roberto Madrazo, el cual no tendrá ningún problema para superar al señor Everardo Moreno en la obtención de la nominación, si es que antes éste no decide también claudicar en su intento. El PRI tendrá un candidato de unidad y, al menos en apariencia, se presentará cohesionado para competir ante el PRD y el PAN en las boletas del próximo seis de julio.

Sin embargo, los efectos colaterales para este partido serán considerables. Diversos analistas ya han hecho mención pormenorizada de los mismos. No está por demás repetir algunos, los más evidentes. En primer término, el referente a la credibilidad y legitimidad del PRI ante la población. Para sus militantes y simpatizantes lo ocurrido no ha sido sino un acontecimiento más que tenía que pasar de una u otra manera tarde o temprano. Se trata de las reglas no escritas han hecho que las cosas funcionen en este partido a lo largo del tiempo. Para el resto del electorado es la confirmación de que no hay tal “nuevo” PRI y de que los esfuerzos por “mejorar” y “acercarse a la población” no están dando resultados. El ciudadano común que observa este espectáculo en la televisión piensa, si esto pasa con los de casa, qué les puede esperar a los adversarios.

La intención del grupo Unidad Democrática –también conocido como “TUCOM”—de presentar un candidato electo a través de métodos democráticos y transparentes ha quedado reducida a nada luego de la decisión de Montiel. Al parecer, de poco sirvieron los cinco foros temáticos realizados entre el 15 de junio y el 13 de julio, los dos meses de proselitismo de los cinco aspirantes registrados, la contratación de un organismo imparcial para calificar su proceso (Transparencia Mexicana) y, mucho menos, los 273 millones de pesos que gastaron en publicidad (Reforma, octubre 21, p. 2). Al final ha prevalecido la línea dura y la ley del más fuerte.

En segundo, la incertidumbre en que han quedado aquellos que no se han identificado aún con Madrazo como candidato presidencial. En efecto, a pesar de que ahora existe una opción hegemónica, una porción considerable de priístas no apoya incondicionalmente al tabasqueño. Dentro del PRI también existe un electorado flotante que aún no ha decidido el sentido de su voto en las primarias. Aunado a lo anterior, la inminente ruptura que ocasionará este hecho con el gremio de los maestros permite prever que las secuelas de esta operación no serán fáciles de superar.

Los partidos políticos no tienen obligación de ser los mejores ejemplos de prácticas democráticas. Sus miembros definen y aceptan las reglas que los rigen, tanto las formales como las basadas en las costumbres. Lo que ha sucedido en el PRI certifica este hecho. Sin embargo, el punto a destacar radica en que lo ocurrido la semana que hoy concluye puede ser considerado como un botón de muestra del comportamiento que adoptará este partido y su candidato en los próximos comicios presidenciales. Las señales disponibles indican que hay amenaza de tiempos oscuros.

El Guardián, octubre 22, 2005.

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