jueves, octubre 11, 2007

Democrática Revolución

Nunca como antes el partido más antiguo de México ha estado, al mismo tiempo, tan lejos y tan cerca del poder. Me refiero al Partido de la Revolución Democrática (PRD). Y le llamo el más antiguo porque, a pesar de que formalmente fue fundado en 1989, es el heredero directo del histórico Partido Comunista Mexicano, el cual se remonta a 1919, es decir cuya trayectoria supera a los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional.

Y menciono lo de tan lejos y tan cerca del poder por las siguientes razones: de acuerdo con los resultados oficiales de los comicios federales de julio de 2006, el PRD es la segunda fuerza política de este país, sin embargo, a partir de esa fecha, su grado de identificació n con la gente se ha colapsado de manera sostenida.

En efecto, hace un año el PRD obtuvo 126 diputados federales y 29 senadores al Congreso de la Unión, una cifra nada despreciable si la comparamos con sus tendencias de votación en las legislaturas anteriores. En 1991 logró 41 diputados, en 1994 71, en 1995 125, en 2000 53 y en 2003 97. En lo que respecta a senadores, en 1994 contó con ocho y en 2000 con 17.

Una conclusión al vuelo de estas cifras nos indica que, a excepción de esa votación atípica de 1997, el PRD no había contado con este respaldo popular desde su instauración como tal.

En contraste, y como he afirmado líneas arriba, luego de este subidón en las preferencias ciudadanas, el PRD ha experimentado un proceso de alejamiento con los electores que bien puede adjetivarse como preocupante. Al respecto, la encuesta que realizó el Grupo Reforma en junio de este año, la cual mostró que sólo dos de cada 10 mexicanos opinan que este partido representa una opción política favorable para el país, al tiempo que menos de la mitad de sus propios seguidores (44 por ciento) coincide con ello (Reforma, junio 29, 2007).

Lo anterior también ha sido evidente en las pláticas y análisis informales que la gente realiza en la cotidianidad. Una cantidad considerable de los votantes del ex candidato de la Alianza por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador, se ha alejado no sólo de este personaje, sino de los institutos políticos que lo postularon (PRD, PT y Convergencia) por el hecho de no estar de acuerdo con la posición que adoptó luego de las pasadas presidenciales. Más allá de la intensa campaña de desprestigio a la que fue sometido por sus contendientes, declaraciones del tipo "al diablo con las instituciones" lastimaron la confianza que la ciudadanía había depositado en él.

Ahora que el PRD está celebrando el pleno de su X Congreso Nacional Extraordinario en la Ciudad de México es tiempo de reflexión sobre este partido, sobre su papel trascendental y crucial en la vida política del país y, en especial, sobre su futuro. La sociedad mexicana no puede no contar con una opción de izquierdas debido a sus peculiares condiciones socioeconómicas. Esta carencia se refleja en el comportamiento errático de la política nacional al no tener –realmente—un partido de izquierdas acorde a los tiempos que corren.

Al respecto, el Dr. Guillermo Sheridan se dio a la tarea de recabar en tres diarios nacionales –incluida La Jornada—las opiniones que, sobre el PRD, han hecho sus propios militantes. Ha sido tan aleccionador este ejercicio que a continuación reproduzco un fragmento del mismo:

El PRD es un partido clientelista, caudillesco, corrupto, oportunista, utilitario, mentiroso, fraccionado, oneroso, decepcionante, usufructuario, dividido, ineficaz, inconsistente, desprovisto de inteligencia, confrontacional, indisciplinado, irresponsable, mapachoso, caótico, manipulador de conciencias, de sindicatos, de gastos, sectarista, esterilizante, paralizado, cojo, mermado, rudimentario, ineficiente, pragmatista, voluntarista, inmoral, extraviado, esquizoide, tránsfuga, incompetente, saboteador, autosaboteador, ambicioso, desdeñoso, despilfarrador, creador de estructuras paralelas, desacreditado, propenso a la autodestrucció n, ensimismado, autista, vicioso, perverso, convenenciero, que "anda de ofrecido", con "evidentes señales de descomposició n", convencido de que "acuerdo mata estatuto", "poco institucional" , francotirador, gran "agencia de colocaciones" y está "lleno de traidores" (Guillermo Sheridan, "Un PRD para todos", en El Minutario).

Vaya. Si esa es la opinión que los perredistas tienen sobre su organización, ya me imagino lo que la demás gente piensa de ellos. Sin embargo, como bien apunta Sheridan en su texto, cuando los simpatizantes de las izquierdas hacen públicos este tipo de comentarios, estos no dejan de ser tachados de "derechistas, fascistas, pedantes, reaccionarios, pirruris de El Yunque", entre otros curiosos adjetivos.

El PRD tiene una herencia histórica que lo obliga a no quedarse en el sitio que actualmente ocupa, ese que mezcla lo nuevo y lo añejo en un metro cuadrado, ese que genera 20 opiniones contrarias donde sólo hay 10 personas, ese que la gente sigue respaldando, pero cuyos propios integrantes jalan hacia abajo.

En suma, muchos deseamos que el PRD deje de ser un partido de corrientes y se transforme en una unidad de vanguardia para la sociedad.


El Guardián, agosto 18, 2007.

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