lunes, octubre 08, 2007

La política decepciona, la literatura no. Entrevista a René Avilés Fabila (primera de dos partes)

Durante varios años asistí puntualmente cada domingo al puesto de periódicos de la calle Juárez. Curiosamente, el diario que compraba se llamaba igual que el establecimiento. Cada semana adquiría Excélsior en Excélsior. La verdad, no lo buscaba porque fuera el mejor o el más completo. De hecho, desde 1976 este periódico ha transitado un gris y abúlico camino hasta nuestros días. Sin embargo, su punto de diferencia con los demás diarios nacionales era el suplemento cultural. El Búho: el sitio donde muchos desarrollamos el hábito de leer y escribir.

Al frente de esa publicación estuvo desde su fundación en septiembre de 1985 hasta su desaparición en enero de 1999, René Avilés Fabila (Ciudad de México, 1940). Un escritor que ha combinado su formación académica (Ciencias Políticas en la Universidad de México y en La Sorbona) y literaria (Centro Mexicano de Escritores) con el fin de abordar sus preocupaciones inmediatas: el periodismo cultural, los ensayos políticos y la literatura. Premio Nacional de Periodismo en 1991, recientemente la editorial Nueva Imagen comenzó a publicar sus Obras Completas, colección que estará integrada por doce volúmenes.

Es una fría mañana en el Edificio Excélsior, en el cruce de Reforma y Bucareli en la Ciudad de México. Tengo frente a mi a René Avilés y comenzamos.

JMB. ¿Qué te consideras más, un editorialista político o un literato?

RAF. Visiblemente un literato. Yo hago editoriales políticos porque tengo una vocación política. Tengo una actitud que me ha llevado a la militancia, pero separo muy bien la política de la literatura.

JMB. ¿Cuáles son las diferencias entre un artículo político y la literatura?

RAF. Formalmente son muchas. Un artículo político hay que hacerlo de un día para otro, requiere cierta habilidad para ordenar ideas y criticarlas. Pero desde luego no está ahí el trabajo artesanal de la literatura. En la literatura hay mucha más libertad, una libertad total.

JMB. ¿Qué es para ti la política actualmente y cuáles son sus fundamentos?

RAF. Yo creo que ya no hay que bordar mucho sobre qué es la política y para qué sirve. Yo aprendí en la Facultad (de Ciencias Políticas y Sociales) que la política es una actividad destinada al bienestar de la comunidad. Así de sencillo. De tal manera que, antes de La República de Platón o después de Lenin, la idea sigue siendo la misma: crear o producir o coadyuvar al bienestar de la sociedad. Desgraciadamente, nunca sucede esto. La política se ha envilecido, se ha llenado de lugares comunes, de vulgaridad, de bajeza, pero evidentemente es muy cotizada. Es una forma de enriquecerse al amparo del poder.

JMB. ¿Este choque te hizo perder pasión por la política y te llevó a la literatura?

RAF. La política decepciona, la literatura no. La literatura ennoblece, permite crear un mundo, el que uno desea. Cuando uno lee a los clásicos y ve desde las aulas el mundo de la política se ennoblece de manera extraordinaria. Pero aún donde uno milita –porque ahí está la nobleza de la idea—no dejan de haber seres humanos y, por generosa que sea la ideología, es fatal.

JMB. ¿Cuáles clásicos te influyeron?

RAF. Recuerdo que me llamó mucho la atención El Príncipe de Maquiavelo, que sigue siendo un libro clave. Pero yo recomendaría las Utopías, la de (Sir Thomas) Moro, la de (Robert) Owen, la de (Tommasso) Campanella, quizás los textos más bellos que hayan podido escribirse dentro de la literatura política. A veces no sólo son necesarias para mantenernos moralmente, también son posibles de convertir en realidad. Desgraciadamente lo que se lee son los discursos de Salinas o de Zedillo.

JMB. En tu libro Memorias de un Comunista (1991) abordas tu militancia en el mítico Partido Comunista Mexicano. ¿Qué es para ti la izquierda hoy?

RAF. Yo creo que la izquierda ha cambiado, se ha convertido en centro-izquierda. Sin embargo, sigo viendo esos excesos de protagonismo. Tiende a estar prodigiosa, maravillosamente dividida. El “yo tengo la razón”, “la vía que yo propongo es la adecuada”. Este ha sido el gran problema de la izquierda. Ahora la izquierda mexicana si no me ve como su enemigo, sí como un ser despreciable. En un cuento que acabo de publicar digo: definición: pobre de mi, estoy perdido, la izquierda me considera derechista y la derecha un terrible comunista. Es el precio por la independencia que he preferido adoptar.

JMB. ¿Es posible la congruencia entre la forma de pensar y el modo de vivir en los creadores?

RAF. Eso depende de cómo quiera uno ver las cosas. Pongamos un ejemplo. Siqueiros fue toda su vida un impecable comunista. Ganaba mucho dinero, no se lo podemos reprochar. No lo ganaba haciendo negocios con la Conasupo o vendiendo terrenos con Hank González o como Aguilar Camín adulando a El Príncipe. Es decir, lo ganaba con su arte, en donde además exponía su pensamiento político de comunista. Finalmente, el marxismo nunca ha pregonado la miseria ni la humildad. Al contrario. Ha pregonado –y por eso Marx estudia a los países altamente desarrollados—la repartición de la riqueza. La humildad, la pobreza la andan pregonando los católicos, los cristianos...

Post Scriptum

Se ha estrenado Hotel Ruanda (RU, EUA, Ita., Sud., 2004). Un filme que debe verse para tener una idea de lo que el odio racial y étnico –algo nada ajeno a la realidad mexicana—puede ocasionar cuando la pobreza y la locura se unen sin que nadie se ocupe del problema.

El Guardián, agosto 20, 2005.

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