martes, octubre 09, 2007

Lecciones de Atenco

Los violentos hechos ocurridos hace unos días en la localidad de San Salvador Atenco, Estado de México, dejan algunas lecciones que son útiles para el futuro político del país. No sólo se trata de la condena a los abusos de autoridad que pueden generarse al momento de emprender acciones de este tipo. El asunto va más allá. Se trata del papel del Estado y sus cuerpos de seguridad en la resolución de conflictos sociales.

En este mismo espacio he afirmado que una de las probables herencias negativas de la administración encabezada por Vicente Fox será la tibieza o el desentendimiento mostrado hacia determinados asuntos públicos delicados. Planteado en otros términos, a la sensación de pérdida de autoridad y de control que ha mostrado el Estado mexicano en los últimos años.

Este hecho se puede apreciar en varias facetas. Una de ellas es el incremento de la actividad de individuos y organizaciones criminales que han asumido el poder en ciertas zonas del país. Otra es la formación de una concepción de federalismo que, lejos de ser benéfica para el desarrollo equilibrado de los estados, ha significado la emergencia de pequeños feudos y reductos de poder inexpugnables tanto para las autoridades centrales como para los propios habitantes de esas zonas. Un tercer aspecto es la percepción entre los habitantes de que la seguridad que deben brindar las administraciones públicas está rebasada, que cualquier ciudadano es vulnerable y que, lejos de ser una situación pasajera o circunstancial, el fenómeno se está arraigando y extendiendo en todo el territorio.

Aunado a lo anterior, el proceso electoral que estamos viviendo ha significado –en mayor o menor medida—la polarización de la sociedad mexicana en dos posiciones ideológicas que amenazan con volverse irreconciliables, sin que las agencias responsables puedan lograr acuerdos de convivencia y civilidad entre los actores involucrados.

En este escenario han sucedido los acontecimientos de Atenco (los cuales se han sumado a los conflictos con el sindicato minero desde hace unos meses). Las reacciones a estos hechos han sido, por un lado, las de condena a los abusos documentados por parte de las fuerzas del orden y, por el otro, las de exigencia para aclarar los hechos y castigar a los probables responsables.

Sin embargo, hay otros puntos que también deben destacarse. Quizás el más importante es el que se presentó antes de que se dieran a conocer las magnitudes del hecho. En primera instancia, un sector de la población consideró que la acción de la policía había sido necesaria. Es decir, que la aplicación de esa medida estaba justificada debido a la actitud asumida por los grupos que habían estado operando en ese municipio y que, entre otras cosas, habían impedido la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, así como habían golpeado a elementos policíacos el día anterior.

Como se recordará, una deficiente operación política por parte de las autoridades involucradas en uno de los proyectos más importantes del sexenio no sólo generó la cancelación de la nueva terminal aérea, sino que creó las condiciones para la aparición de un movimiento social cuya actividad se fue incrementado con el paso del tiempo.

La ambigüedad y el desentendimiento fueron incentivando que la razón de ser de esta organización, sin duda legítima al principio, fuera tergiversando hasta alcanzar otro tipo de niveles. Así, la sensación que llegó a proyectar en la población fue que su gobierno se inhibía y se subordinaba ante la presencia de machetes por las calles.

Es aquí donde deseo hacer hincapié. Una idea mal entendida de tolerancia y democracia puede desencadenar hechos violentos como los ocurridos hace unos días. Si un gobierno no actúa de manera efectiva ante el riesgo de ser considerado represor, al final del día lo que está fomentando son acciones fuera de control en el largo plazo. En otras palabras, posponer lo inevitable suele conducir al desastre.

En la opinión de muchas personas el movimiento de Atenco había excedido sus razones de origen. Pese a contar con suficientes motivos para justificar su nacimiento y su actividad, es un hecho innegable que no dejaron de formar parte de una colectividad en la que existe un poder constituido que guarda para sí el uso legítimo de la violencia. Sin embargo, en última instancia, tampoco pueden ser considerados responsables en su totalidad por los abusos cometidos en su contra. La postergación o la indecisión han sido las que ocasionaron que se llegara a los excesos.

Gobernar es como conducir sobre el hielo, ha afirmado el canadiense Henry Mintzberg. En efecto, esta metáfora es útil cuando se piensa que cualquier movimiento de la autoridad debe ser cuidadoso para no perder el rumbo sobre terreno resbaladizo y que, por lo tanto, implica tomar con firmeza el timón.

La tibieza o el franco desentendimiento al momento de encabezar un Estado puede generar la acumulación de problemas que, tarde o temprano, exigirán soluciones más urgentes y contundentes. Este será uno de los retos para el próximo gobierno. No dejarse seducir por las voces que piden determinaciones tajantes y que impliquen abusos de poder pero, al mismo tiempo, tener la suficiente capacidad para afrontar los múltiples retos de la agenda pública.

Post Scriptum

En mi opinión se ha creado un falso debate respecto al “Monumento a la Madre Serrana” en la confluencia de las calles Rafael Cravioto y Revolución de Huauchinango. Es decir, no creo que la estatua refiera fascismo, xenofobia, machismo u otros adjetivos por el estilo. Tampoco que sea una acción innecesaria del Ayuntamiento (algo que caracteriza a la evaluación popular de sus administraciones públicas es que, si no hacen nada está mal, y si hacen algo también).

Lo que se puede reprochar es –simple y llanamente—el mal gusto que han evidenciado para escoger la escultura que –dicen—representa a la mujer de la región.


El Guardián, mayo 20, 2006.

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