lunes, octubre 08, 2007

CXLIV

Huauchinango ha conmemorado un aniversario más de su elevación a rango de ciudad. En esta ocasión ha sido el número 144 de su historia. Una fecha que ha sido utilizada por la mayoría de las administraciones locales para montar toda una serie de actividades que intentan rememorar este acontecimiento. Actos públicos, discursos, publicidad, torneos deportivos. Todo es válido para traer a la memoria el hecho de que, desde 1861, la cabecera municipal es una ciudad. Sin embargo, para celebrar este hecho es conveniente no sólo voltear hacia el pasado, sino reflexionar qué pasará con esta localidad en el futuro.

A primera vista, Huauchinango cubre los requisitos para ser catalogada como una ciudad. Posee una población considerable y en aumento, cuenta con infraestructura básica, en su interior se desarrolla una intensa actividad comercial, existen medios de comunicación impresos y electrónicos y, en general, ha sido –en la medida de lo posible—un polo de desarrollo en la región norte de Puebla. Analizada a detalle, cada vez hay más signos semi-urbanos en el entorno. Personas disfrazadas de payasos solicitan dinero a cambio de alguna rutina en el transporte público y en los cruceros más transitados, existen “horas pico” en las que las calles se congestionan de automovilistas enfurecidos, la acción de trasladarse de un extremo a otro de la ciudad implica cada vez más tiempo y esfuerzos.

Lo anterior no es inusual o extraordinario. Conforme los asentamientos humanos evolucionan sus requerimientos se vuelven más complejos y exigen nuevas soluciones. Esta es una regla que se repite inevitablemente en cualquier comunidad viva. La mayoría de las localidades que hoy conocemos como ciudades urbanas se han enfrentado –tarde o temprano—a este reto. En este sentido, Huauchinango se encuentra ya en el umbral de afrontar una decisión vital para su futuro: emprender una transformación de fondo o posponerla indefinidamente.

Ante esta disyuntiva es previsible que la mayoría preferiría la primera opción. Es difícil pensar que alguien rechace mejorar el lugar en el que vive junto con su familia. Sin embargo, al momento de asumir los costos los entusiastas partidarios suelen disminuir. A lo largo del tiempo he escuchado a muchos huauchinanguenses quejarse, por ejemplo, del asfixiante tráfico producto del tianguis sabatino (algo que también se ha extendido a los días laborales), o bien, de que el gobierno local no hace nada para erradicar el comercio ambulante y, de esta forma, dar un mejor aspecto al Centro Histórico. Lo interesante es que, al momento de emprender acciones concretas, esas mismas personas suelen reaccionar de manera opuesta argumentando que prefieren ver todo igual porque, de lo contrario, “Huauchinango ya no sería Huauchinango”.

Esta contradicción no es exclusiva de los habitantes de esta ciudad. De hecho, es algo que se repite en todos aquellos lugares donde no se ha planteado con seriedad el debate público sobre lo que la comunidad aspira a ser en el mediano y el largo plazo. Los mismos sitios en los que procesos como la planeación municipal –en el lejano caso de existir—poseen fecha de caducidad al término de cada periodo de gobierno. En donde cada nuevo Cabildo que asume el cargo ignora lo hecho por sus antecesores al tiempo en que aplica –en su opinión—las soluciones que ahora sí serán definitivas. Administraciones locales que sólo se preocupan por atender los problemas rutinarios o urgentes en detrimento de proyectar una visión de largo alcance. Tiempo, recursos y experiencia que se desaprovechan trienio tras trienio ante la carencia de un plan o una guía que establezca, con base en los requerimientos y deseos de la población, lo que la ciudad podría ser dentro de 20 ó 25 años.

En el caso de Huauchinango pueden ubicarse algunos temas cuya solución sólo podrá obtenerse a través de este esquema. Uno de ellos es la urgente necesidad de descentralizar a la ciudad, es decir contar con alternativas para que no todas las actividades deban pasar por el primer cuadro. Para este fin es necesario que diversos establecimientos “ancla” –como sucursales bancarias, estaciones de servicio, oficinas del ayuntamiento y centros comerciales—tengan presencia en las zonas habitacionales recientes. Aunado a lo anterior, se deben plantear otras vías de comunicación mediante el ensanchamiento de calles y avenidas, así como de la construcción de nuevas vialidades que respondan a la peculiar orografía del lugar. De igual forma, es útil redefinir el crecimiento urbano, es decir establecer con claridad las áreas susceptibles de edificar nueva vivienda según la disponibilidad de recursos y servicios públicos.

Alcanzar estos y otros objetivos no será –repito—responsabilidad de una sola administración. El aspecto crucial radica en que, más allá de la rotación normal de gobernantes, exista un documento guía que oriente las acciones de los mismos. Sin la presencia de esta herramienta sólo seguiremos viviendo al día. En suma, se seguirán padeciendo problemas lo mismo de hace 10, 50 ó 144 años.

El Guardián, julio 30, 2005.

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