jueves, octubre 11, 2007

Venezuela

Un fenómeno interesante está ocurriendo en Venezuela. Contra la mayoría de las tendencias políticas actuales, las cuales apuntan hacia la consolidación de las democracias liberales, el dirigente de ese país, Hugo Chávez, ha señalado que su objetivo es construir "el socialismo del siglo XXI". Y en este empeño no ha dudado en realizar acciones que llaman la atención: ha tomado posesión por un tercer periodo consecutivo como presidente y ha recibido el poder por parte de la Asamblea Nacional para gobernar por decreto los próximos 18 meses.

Lo anterior significa que Chávez podrá gobernar sin oposición de ninguna especie, no sólo en términos partidistas, sino también institucionales. De esta forma, todas las decisiones que tengan que ver con el sector energético, las telecomunicaciones, la defensa, entre otras ocho áreas, dependerán del buen tino y de la peculiar apreciación que realice este personaje de la cosa pública.

Lo ocurrido en la Plaza Bolívar, lugar en donde el Legislativo venezolano cedió este poder al Ejecutivo, proporciona una idea de lo que está por venir. Con la mayoría de los diputados a su favor, con los partidos opositores disminuidos, con un control férreo sobre los medios de comunicación y bajo el estruendo de la multitud, el país sudamericano ingresa a una nueva etapa política.

¿Por qué es interesante este fenómeno? Como he mencionado al inicio, este hecho contrasta con lo que la mayoría de los países de la región han seguido en los últimos años: el fortalecimiento de los regímenes democráticos basados en el contrapeso de poderes, la garantía de derechos civiles y políticos, y orientados hacia la integración económica mundial. Así, el caso Venezuela desafía –o al menos cuestiona—el orden establecido en los países continentales de Latinoamérica.

Nadie puede negar que los venezolanos tienen toda la libertad de elegir el régimen político que más convenga y funcione a sus intereses. Tampoco que ellos y sólo ellos pueden escoger a la persona idónea para conducir su gobierno. Sin embargo, el tema en sí mismo nos da la oportunidad de reflexionar. Aunado a lo anterior, los constantes roces diplomáticos entre ese país y México nos han obligado a voltear la mirada.

El asunto Venezuela pone en la picota lo que se entiende por democracia, al menos lo que había sido el paradigma en la zona. A pesar de que Chávez ha sido electo mediante métodos democráticos (comicios libres y competidos, órgano electorales autónomos), una vez en el poder las preferencias han cambiado. Es difícil imaginar que un Estado que busque ser catalogado como demócrata permita la concentración de poder y decisiones en un solo hombre. La multicitada frase de Lord Acton ("el poder corrompe y el poder absoluto corrompe de manera absoluta") es aplicable en este contexto.

Sin embargo, en la historia de la teoría política han existido autores que han defendido esa otra variante de la democracia. Uno de ellos, quizás el más importante por la agudeza y firmeza de sus argumentaciones, ha sido Carl Schmitt. Este autor alemán defendió en su obra El concepto de lo político varias acciones que, guardadas todas las distancias, poseen puntos de referencia con lo que está ocurriendo en el país sudamericano.

En opinión de Schmitt, uno de los puntos débiles del liberalismo es el parlamentarismo. La excesiva discusión que se produce en estos sitios entorpece la toma de decisiones, por lo que es preferible que sólo el Estado sea el encargado de marcar la pauta. Asimismo, para Schmitt la democracia consiste en la unidad, es decir en que todos los miembros de la sociedad mantengan una misma visión sobre el futuro. Esta organización política, generalmente personificada en un solo hombre, establece la distinción de amigo/enemigo al interior y al exterior de su sociedad.

Los postulados de Schmitt no originaron de manera directa el surgimiento del nacionalsocialismo alemán de la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, su crítica hacia al Estado liberal y pluralista fue interpretada de diversas maneras con distintos resultados. Uno de ellos fue, precisamente, el régimen totalitario que redujo las libertades individuales, persiguió a los diferentes y condujo a uno de los enfrentamientos militares con mayores repercusiones en la historia de la humanidad.

Regresando a Venezuela, el gobierno de Chávez mantiene una alta popularidad debido a varios factores: ha combatido la pobreza, ha dado liderazgo regional a ese país y –hay que reconocerlo—el carisma de su líder es notable. Sin embargo, el trato con los opositores ha sido implacable. Y si Chávez desea construir "el socialismo del siglo XXI" no debe olvidar una de las razones de la caída de la Unión Soviética: la ausencia de crítica interior.

Las imágenes de la Plaza Bolívar nos conducen a una referencia cinematográfica: "así es como muere la libertad, con un estruendoso aplauso" (Star Wars Ep. III, La venganza de los Sith).


El Guardián, febrero 3, 2007.

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