martes, octubre 09, 2007

Fue medio raro (fragmento)

Los medios de comunicación nacionales casi nunca han tocado el tema de Huauchinango. En pocas, muy pocas ocasiones, se hace mención de lo que ahí sucede. De hecho, los periódicos y noticiarios radiofónicos estatales tampoco hacen una difusión muy amplia de la cotidianidad huauchinanguense. De repente, alguna nota sobre conflictos electorales o al interior del gobierno local, o bien, reportajes sobre el problema de la pobreza en la zona, la creciente inseguridad y el desempleo, pero escasos son los reportes sobre lo que la gente piensa, siente o hace en su vida normal. Lo que ha sucedido en la ciudad y sus alrededores, tanto de manera comunal como individual, ha sido incumbencia prioritaria de los informativos locales y regionales.

Sólo en determinados momentos hemos logrado trascender nuestro ámbito particular para alcanzar públicos más amplios, lo que se ha debido, por lo regular, a la realización de alguna gira presidencial en la Sierra Norte de Puebla (cada vez más escasas, por cierto), por la presencia de la reina, sus princesas y un grupo de funcionarios del ayuntamiento promocionando la Feria de las Flores en la televisión, cuando se han hecho recomendaciones a los habitantes de la Ciudad de México o de la capital del estado para pasar un fin de semana “diferente” en un pueblito pintoresco y acogedor, situado en medio del bosque y la neblina, con gente hospitalaria y precios no muy elevados, o cuando se sugiere probar la gastronomía típica, la cual, por cierto, ya no sólo se compone de los clásicos antojitos nocturnos hechos a base de masa y chile verde (enchiladas, molotes, mejorales, tostadas, tacos dorados y quesadillas), sino que ahora se acompaña por las ampliamente famosas hamburguesas de los carritos estacionados en el Jardín Central.

Quizás la ocasión en que Huauchinango ocupó los reflectores nacionales con mayor entusiasmo fue aquélla en la que un enorme pedazo de tierra se desplomó frente a la estación de servicio ubicada en el acceso principal de la ciudad. Este fenómeno inusual –que desafortunadamente provocó la muerte de dos personas—colocó a Huauchinango en el centro de todas las miradas gracias a la aparición en cadena nacional de esa imagen dantesca que presagiaba la irrupción de algún monstruo apocalíptico desde el mismo centro de la tierra.

Sobra decir que, tanto en los escasos momentos de fama pasajera como en las menciones normales de los medios, los comunicadores y los lectores de noticias suelen referirse sistemáticamente a la ciudad con el término de Guachinango o, en el mejor de los casos, como Huachinango, lo cual coloca al municipio en la misma categoría que esos pescados rojizos que se preparan rellenos de mariscos o a la plancha. ¿En verdad será tan difícil para los foráneos pronunciar correctamente el nombre Huau-chi-nan-go?

En fin. El punto es que, al igual que en muchas otras ciudades del país, al parecer no ha habido mucho nuevo qué contar bajo el cielo huauchinanguense en los últimos tiempos, por lo tanto, nuestras referencias mediáticas suelen limitarse a las escasamente necesarias. La eterna y recurrida frase de que “cada uno de nosotros vive en el lugar en el que no pasa nada” parece que también es aplicable a esta porción del suelo poblano. Sin embargo, la fuerza del destino acostumbra dar sorpresas y, precisamente, una de ellas tocó a nuestra zona hace ya unos años, pero sus huellas siguen hoy tan vivas y dolorosas como en aquel otoño lluvioso y trágico de 1999.

En aquel tiempo, finales de la década de 1990, casi en la víspera del cambio de siglo y de milenio, Huauchinango –y toda la Sierra Norte del estado—ocupó las primeras planas de los diarios, las entradas de los sumarios radiofónicos y las imágenes de impacto de los noticiarios televisivos de todo el país. Los reportes sobre nuestra región se multiplicaron y la gente supo –o confirmó—la existencia de un pueblito enclavado en la región montañosa del norte de Puebla, de aproximadamente 75 mil habitantes, con una fuerte presencia de población indígena, con paisaje de “nubes que se van bajando”, donde se ven por todas partes “huaraches y cotones”, con “barrancas de a montón” (Marie-Noëlle Chamoux, Nahuas de Huauchinango. Transformaciones sociales en una comunidad campesina) y que, como suele suceder en estos casos, se hizo famoso a raíz de padecer una desgracia natural de enorme magnitud.

¿Por qué la naturaleza carga su ira contra las regiones, los estados y los países más pobres? La pregunta es inevitable si hacemos un repaso de las principales catástrofes que haya experimentado México en los últimos años. Inundaciones, ciclones, terremotos, incendios, sequías, nevadas, en fin, todo un catálogo que da fe de la mala voluntad que parece mostrar la naturaleza en contra de los menos privilegiados y que confirma ese viejo adagio de los antiguos que dice: pobre del pobre que al cielo va, lo friegan aquí y lo friegan allá.

Post Scriptum

El anterior es un fragmento de uno de los textos que componen el libro Huauchinango haciendo su historia (INAH, 2006), el cual se presenta el día de hoy en la Sala de Conferencias del Sindicato de Trabajadores Petroleros (Centro Histórico, Huauchinango).

En esta obra 15 personas hemos observado a la ciudad desde diferentes perspectivas. Hay leyendas, vivencias, anécdotas e historias. Todas las narraciones dan fe del carácter vivo y dinámico de la comunidad.

La cita es a las 18.00 horas y todos están cordialmente invitados.


El Guardián, junio 3, 2006.

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