jueves, octubre 11, 2007

Inventar lo inventado

Hace unos días se desató un debate en Barcelona, España, debido a las declaraciones de uno de los miembros del gobierno de Catalunya elegido el pasado 1 de noviembre, respecto a los ideales que guiarán su actuación al frente de la administració n pública de esa comunidad autónoma. Joan Saura, quien estará a cargo de la Conselleria del Interior, equivalente a las secretarías de Gobernación estatales y federal en México, dio a conocer algunos conceptos sobre cómo piensa "dar la vuelta a la doctrina de la derecha que vincula seguridad a represión social".

En la opinión de los socialistas y los ecologistas catalanes que obtuvieron el poder en los últimos comicios, existen valores propios de la izquierda que apuestan "por el diálogo y el pacto con los movimientos alternativos, con los manifestantes" . Otro miembro de esta corriente, Jordi Guillot, ahondó en el comentario al afirmar que "las políticas de la seguridad en el siglo XXI, en una democracia madura, están dirigidas a proteger a los débiles frente a los fuertes".

Como era de esperarse, estas declaraciones generaron polémica. En el terreno de las críticas, estas se dirigieron, en primer término, a la referida idea del "diálogo". La columna de un diario local lo ha puesto en evidencia: "dialogar con quien quiebra la ley no compete a la policía sino a la autoridad política. No me imagino ver en televisión un diálogo entre un ocuka ("paracaidista" para el caso mexicano) y un cabo de los Mossos (las fuerzas policiales) pidiendo que, por favor, desalojen un local" ("A los señores de Iniciativa", Lluís Foix, La Vanguardia, noviembre 10, 2006).

En segundo término, la propuesta de proteger a los "débiles frente a los fuertes" ha sido cuestionada por la opinión pública catalana en los espacios de opinión de los medios. Al respecto, un lector del mismo diario se pregunta si el propietario de una casa que ha sido invadida por los paracaidistas no puede caer con facilidad en la categoría de "fuerte", mientras que estos últimos, es decir los llamados "okupas", no son susceptibles de ser considerados los "débiles". Ante esto la pregunta es, ¿quién fija con objetividad el criterio para considerar a unos fuertes y a otros débiles?

El debate se ha prestado para convertirse en un ajuste de cuentas en la arena pública entre las clases sociales de Catalunya. Por lo anterior, destaca también la opinión de un inmigrante respecto a las declaraciones de los ecosocialistas: "soy inmigrante y escapé de mi país buscando orden, paz, seguridad y que se hicieran cumplir las leyes. Con la seguridad no se juega y si no, vean el espejo de Latinoamérica. Poner mano dura contra los que violan las leyes no es ser facha (fascista)".

Todo esta larga referencia la he utilizado para ilustrar un poco este fenómeno en su contraparte mexicana. Es interesante observar cómo en otras sociedades, en este caso la catalana, una porción considerable de la población se opone a que el Estado se muestre dubitativo o flexible frente a las que son sus funciones básicas, a saber, administrar la justicia, recaudar impuestos y garantizar el orden público.

Sin caer en un exceso de maniqueísmo, en México nos hemos ido acostumbrando a lo opuesto, es decir a dar una generosa manga ancha para que la administració n pública actúe de una manera algunas veces y en otra las siguientes. Así, pueden montarse de manera sistemática innumerables mesas de negociación que alargan los conflictos, o bien, se decide de súbito por el uso de la fuerza pública cuando la presión ha llegado a un extremo.

En política no hay que inventar lo que ya está inventado, afirma Foix en el artículo citado. La policía tiene que hacer cumplir la ley aprobada por una mayoría parlamentaria e implementada por el gobierno correspondiente. La policía no es una ONG, sino la depositaria del monopolio de la violencia legítima del Estado que evita, en última instancia, el surgimiento de un caudal de violencias particulares que afectan la convivencia del conjunto social.

Sin duda, estas interesantes reflexiones no serán ajenas al debate político nacional en los próximos días. La inseguridad que campea con soltura por el país, así como la incertidumbre respecto a la toma de posesión del próximo presidente harán que la administración que está por asumir tenga que definir su posición respecto a este asunto de manera inmediata. ¿Habrá un cambio radical de estrategia o se mantendrán las condiciones vigentes los últimos seis años?

No es exagerado sugerir que gran parte de la suerte del próximo gobierno se echará en el momento mismo de la toma de protesta de Felipe de Jesús Calderón en San Lázaro, el próximo 1 de diciembre. Ahí podremos saber si prefiere inventar–como su antecesor—o si opta por lo ya inventado.


El Guardián, noviembre 18, 2006.

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