martes, octubre 09, 2007

Los otros partidos

Dos fenómenos particularmente atractivos para la opinión pública han coincidido en estos días: el Mundial de Fútbol y el proceso electoral presidencial. Ambos ejercen una notable influencia en todos los mexicanos. A pesar de que se ha dicho que uno neutraliza al otro, sobre todo en el caso del fútbol hacia la política, lo que se ha podido observar es que son complementarios. Por un lado, el nacionalismo se exacerba en el terreno de juego. Por el otro, se comparan los resultados obtenidos por los jugadores con lo que sucede en la política.

Como bien han señalado diversos personajes deportivos, el fútbol es lo más importante de lo menos importante. Por ello, el tema de las presidenciales es el que, al final del día, tendrá mayores repercusiones en nuestro estado de ánimo, más allá de lo que puedan o no puedan hacer los 21 mexicanos y dos nacionalizados que ahora juegan en Alemania. Por tal motivo, vayamos al segundo asunto.

La campaña electoral que estamos viviendo se ha caracterizado por ser una de las más agresivas de la historia. Quizás en épocas pasadas el grado de violencia pudo ser mayor, sobre todo si consideramos el notable grado de inclinación hacia la resolución de conflictos por medio de balazos a principios del siglo XX. Ahora tenemos otro tipo de crispación. Las posiciones de los candidatos, sus partidos y la ciudadanía que simpatiza con cada uno han llegado a niveles casi irreconciliables en el discurso político. Algo que, sin duda, ha convertido en un polvorín la convivencia y cuyos peores efectos tendrán lugar después de la toma de posesión de alguno de los dos punteros.

Sin embargo, el punto que deseo destacar en esta ocasión es, como el título lo sugiere, el de los otros partidos. Como se ha visto, la competencia ha arrojado a tres contendientes principales: Andrés Manuel López Obrador del PRD, Roberto Madrazo Pintado del PRI y Felipe Calderón Hinojosa del PAN. Los dos primeros compiten en coalición. Pero es un hecho que el protagonismo de los partidos que acompañan a estos tres ha sido escaso o francamente nulo. Pocos ubican a Madrazo como el candidato del Partido Verde. Casi nadie menciona que López Obrador es el abanderado de Convergencia.

A pesar de ello, dichos partidos siguen existiendo, siguen obteniendo prerrogativas electorales y, sobre todo, siguen estando desvinculados de la ciudadanía que dicen representar. Por ello, es importante voltear la vista hacia esta clase de organizaciones políticas. No sólo se trata del gasto público que generan. También deben analizarse los métodos que tradicionalmente han utilizado para sobrevivir y persistir.

Con el fin de contextualizar lo anterior, no está por demás citar un caso del pasado reciente. El Partido de la Sociedad Nacionalista (PSN) mantuvo su registro hace seis años sólo por el hecho de haberse colado en la alianza que postuló al Ing. Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones de 2000. Este ejemplo es aleccionador debido a que demuestra –en niveles de libro de texto—lo que un partido sin arraigo, sin base social y sin controles estrictos sobre su actuación puede ocasionar.

Entre lo más destacable –por burdo—fue el hecho de que la fracción parlamentaria del PSN, lograda por las cuotas negociadas en la alianza y no por los votos directos de la ciudadanía, estuvo integrada por la esposa y la hermana del dirigente nacional de ese partido, Gustavo Riojas Santana, el cual, claro, también fue diputado federal. ¿Alguien habrá votado o conocido a estas personas en aquellos años?

Cuando este partido tuvo que competir en solitario en las elecciones intermedias de 2003 el resultado fue el predecible: el PSN perdió el registro al no alcanzar el porcentaje establecido como necesario en la legislación electoral (dos por ciento). Sin embargo, los efectos de su actuación fueron más notorios a partir de ese hecho, ya que comenzaron a conocerse los manejos irregulares que marcaron su efímera existencia (1998-2003). Así, el IFE sancionó a posteriori al PSN con una multa de 100 millones de pesos por el uso “abusivo” del derecho en beneficio personal.

Aunque el anterior es un caso extremo, bien puede utilizarse como una referencia sobre el particular cuidado que debe tenerse sobre esos partidos que, cobijados en la conformación de coaliciones y alianzas, pasan desapercibidos o son menos exigidos por la opinión pública.

Volviendo al escenario actual, ¿cuál ha sido la contribución del PVEM a la campaña de Roberto Madrazo? A saber, sólo el plantón que mantiene el dirigente de ese instituto, Jorge Emilio González, a las afueras de Los Pinos. Asimismo, ¿cuántos votos puede representar el Partido del Trabajo en el centro y sur del país a la campaña de López Obrador? ¿Cuántos dará Convergencia en el norte?

La estructura de los regímenes democráticos permite que partidos con menor presencia nacional puedan conservar su registro si se coaligan con los denominados “grandes”. Algo que no está fuera de la ley, ya que es responsabilidad de las dirigencias de los partidos que deciden realizar esta clase de acuerdos que, al menos en teoría, representan beneficios compartidos.

Sin embargo, se ha tergiversado la idea original. Los partidos chicos que optan por esta variante suelen adoptar una posición pasiva y sin responsabilidades en la contienda política. De esta manera, sin mayores esfuerzos, sin colocarse en la picota y sin que su actuación sea decisiva, conservan el registro y las prerrogativas que tal condición les genera por el sólo hecho de aparecer junto a otros.

Es recomendable no olvidar que no sólo el PRD, el PRI y el PAN están compitiendo en las presidenciales. En la actualidad existen ocho partidos políticos registrados ante el IFE. Lo ideal es seguir la pista de cada uno.


El Guardián, junio 17, 2006.

No hay comentarios: