martes, octubre 09, 2007

Inmortales Rolling Stones

Al diablo la prensa y sus críticas de giras de tercera edad.
Esperen a tener nuestros años, a ver cómo les va.
Les tengo nuevas: seguimos correosos.
¡Cuélguennos, que ni así moriremos!
Keith Richards

En el principio fue el silencio y la oscuridad. La nada esperando la detonación. El frío. La incertidumbre. De pronto, un punto en el centro del todo. Crece. Se ilumina. Llena todo. Después, la explosión, el fuego, las luces, la energía. El origen de la vida. El bigger bang. 21.05 horas del domingo 26 de febrero de 2006 en la Ciudad de México. Frente a nosotros tenemos a la banda de rock más grande que alguna vez haya pisado este planeta: los Rolling Stones. El comienzo de los tiempos.

El arranque es salvaje: Jumpin’ Jack Flash estalla bajo el riff potentísimo de Keith Richards, el mítico, legendario, indestructible guitarra principal y pirata que ondea el estandarte de los Rolling Stones desde su fundación en 1962. Inmediatamente después suenan dos certeros golpes a la batería del estoico Charlie Watts, el hombre que ha vencido al cáncer de garganta para unirse a la caravana que lo llevará –una vez más—a los cinco continentes mientras derrocha estilo extraído de su estirpe British gentleman. Del lado izquierdo aparece el más joven de las gárgolas, Ron Wood, flaco e inquieto guitarra incorporado a la banda en 1976, el mismo que estuvo a punto de no ser reclutado por su afición a beber tres botellas de vodka al día. Y al centro, corriendo desde el fondo de la oscuridad Sir Mick Jagger, el frontman más importante de la historia contemporánea de la música popular, el máximo convocador de demonios colectivos.

La espera ha terminado. No sólo la que inició en mayo de 2005, fecha en que se dio a conocer la intención del grupo por iniciar un nuevo periplo planetario. Tampoco la de principios de noviembre del año pasado, cuando se pusieron a la venta las 60 mil localidades disponibles para asistir a la solitaria presentación en la Ciudad de México. A las 21.05 horas del 26-F finalizaron los ocho años de intervalo desde la última presentación de los Rolling Stones en el país y ésta, la que muchos han apostado será, finalmente, la última en su larga historia.

Pero, ¿qué son los Rolling Stones en estos tiempos? Más allá de ser la banda de rock más importante del mundo son varias cosas de manera simultánea: verdaderos prodigios de la naturaleza, una industria rodante y furiosa perfectamente engrasada y coordinada, una máquina de acumulación de fortuna a cambio de placer, una marca registrada que define parte de la identidad de los siglos XX y XXI, un motivo existencial para cuatro generaciones de humanos a lo largo y ancho del orbe. ¿Los más grandes? Sin duda. Alguien dirá, ¿y los Beatles? Bueno, hasta donde se sabe se disolvieron y uno de sus líderes, Paul McCartney, ahora se dedica a hacer campañas mediáticas para salvar a las focas canadienses mientras come vegetales y produce música perfectamente prescindible. Lástima.

De cero a mil en un instante. La segunda canción es It’s only rock n’ roll (but I like it). En este momento se ha concretado el milagro Rolling Stone: todos los asistentes estamos de pie sobre nuestros lugares brincando y cantando. El mismo fenómeno que sucedió durante la gira Live Licks de 2002-2003, en Bridges to Babylon de 1997-1998, en Voodoo Lounge de 1994-1995, en Steel Wheels de 1989-1990, en Still Life de 1981-1982, en Love You Live de 1977, en Get Yer Ya-Ya’s Out de 1970, en... Piensa en cualquier año de la posguerra y ahí estarán los Stones. Tú ni siquiera habías nacido y ellos ya eran imbatibles en lo más alto del Parnaso rockero.

Lo sabemos todos los que estuvimos ahí. Durante el trayecto rumbo al Autódromo se pueden ver muchas, muchas canas. Hordas de sobrevivientes de la década de 1960. Pero no sólo ellos. También vienen los eufemísticamente denominados adultos contemporáneos. Y treintañeros. Y adolescentes. Y niños ataviados con la mítica lengua trompetillera sobre fondo negro en sus pechos. Orgullosos padres que han conducido a su descendencia por el camino correcto y que ahora los cargan sobre sus hombros mientras buscan el acceso al Foro. Todos en conjunto formamos un reducido séquito que viene a rendirle culto a la madre de todos los conciertos. Mejor que haya sido así, sin la demagogia políticamente correcta de los recitales celebrados unos días antes en el Estadio Azteca. Aquí se trata de rock n’ roll. Y si la caridad no nos acompaña, peor para la caridad.

“¿Qué onda, México? Estuvimos fuera ocho años, los extrañamos mucho”. La ciudad puede caerse en este momento. Sin embargo, el subidón de emociones continúa. Suenan Gimme Shelter con Lisa Fisher en la segunda voz y Angie con la que caen las primeras lágrimas de la noche. Más canciones. Viene Miss You y el escenario principal se desprende para iniciar un recorrido hasta la mitad de la audiencia. Están ahí. Increíble. Los tengo a menos de 100 metros de distancia. La locura. “Es una buena fiesta, ¿no?”, pregunta Jagger para arengarnos a seguir aplaudiendo y gritando. Justo frente a nuestros ojos tres detonaciones contundentes: Get off of my cloud (por primera vez tocada en México), Rough Justice (la punta de lanza de A Bigger Bang) y Honky Tonk Women, con la cual emprenden el camino de regreso a su pedestal. Hemos sido más que afortunados. En este momento la ciudad se puede incendiar.

Pero hay más. Keith Richards toma el micrófono. “Amigos, es muy bueno regresar, es muy bueno verlos de nuevo a todos”. En efecto, aquí estamos muchos que los hemos seguido en sus dos presentaciones anteriores: enero de 1994 y febrero de 1998. El paso del tiempo se hace evidente. La experiencia Stone en carne propia. No sólo se trata de aquellos que compraron el acetato de England’s Newest Hit Makers. Yo mismo, la primera ocasión que los vi tenía 18, la segunda 22 y ahora 30. Los Stones suman casi 250 años en conjunto. Pero el punto es que aquí estamos de nuevo.

¿Cómo hacen para resistir? ¿Por qué no han muerto? ¿Cómo puede Jagger seguir corriendo y agitándose dos horas sobre las pasarelas? ¿Por qué Watts está tocando como un león? ¿Cómo ha sobrevivido Keith Richards? ¿Cuánto tiempo más estarán con nosotros?

Preguntas intrascendentes cuando este pedazo de la Ciudad Deportiva se materializa como la sucursal oficial del infierno en la Tierra al momento de escucharse los tambores que convocan a Sympathy for the Devil. La Ciudad de México como capital mundial Rolling Stone. El Foro Sol como el círculo dantesco desde el cual despacha El Ángel Caído esta noche.

El tiempo se acaba y todo es un suspiro. En esta ocasión, el tiempo no está de nuestro lado y hemos llegado al punto más alto: (I can’t get no) Satisfaction termina por incendiar todos los puntos del lugar. 60 mil personas satisfechas. En este momento la ciudad se puede refundar. Dios salve a los Rolling Stones.

El Guardián, marzo 4, 2006.

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