jueves, octubre 11, 2007

La feria

Mis recuerdos sobre la Feria de las Flores que cada año se celebra en Huauchinango son, al mismo tiempo, cercanos y confusos. Por un lado, representa el periodo festivo más importante de la ciudad, en la que una cantidad considerable de la población suele sentirse involucrada en su éxito a través de su participación directa o indirecta. Por el otro, en muchas ocasiones se ha convertido en el espejo en el cual nos miramos anualmente para comprobar que nuestros problemas siguen ahí.

Las primeras imágenes que conservo son las del tinglado que se instalaba en las calles del Centro de la ciudad, en donde podían encontrarse puestos multicolores, juegos mecánicos y cualquier cantidad de gente. A pesar de que se trata de una escena difusa, se trata de mi referencia más remota de la versión pagana de esta conmemoración.

La otra, es decir la religiosa, tiene mayores raíces en mi memoria. Mi madre solía responsabilizarse del montaje de un coche alegórico para la participación del barrio de San Juan en las festividades de la iglesia católica. Así, esos días comenzaban muy temprano con el acondicionamiento de una camioneta para fungir como vehículo portador de alguna escena bíblica. Ataviados de San José, Isaías, la Virgen María o hasta el mismo Dios, varios chicos del rumbo soportábamos con espíritu estoico la jornada de calor que iba desde el acceso principal hasta la Iglesia de la Asunción.

Por la tarde, una ligera pausa y después acondicionar la cochera de nuestra casa como una de las estaciones que recorría el patrono del lugar, el Señor del Santo Entierro, durante su visita al referido San Juan, uno de los cuatro barrios en los que está dividida la ciudad (de acuerdo con la religión). Al final, cansados pero satisfechos, sólo quedaba esperar por esos días de asueto que las escuelas nos daban para poder asistir a la Feria sin remordimientos.

La construcción del pomposamente llamado "Recinto Ferial" en la periferia de Huauchinango originó reacciones encontradas. Algunos opinaron que esta medida alejaría a la población de las diversiones ofrecidas, mientras que otros lo justificaron con el alegato de que el Centro ya no era un lugar viable. El punto es que tal infraestructura se construyó y algunos hábitos se modificaron para siempre.

El acceso a la Feria se complicó: ahora había que coger el transporte público, o bien, dedicar más tiempo a la caminata. Los espacios se administraron de una mejor manera, otorgando sitios especiales para la exposición y venta de flores, así como para los locales comerciales, la exposición ganadera y los infaltables juegos mecánicos.

Los pabellones –o stands, como les suelen llamar por alguna razón desconocida—se convirtieron no sólo en un espacio comercial y cultural, sino político. Su ubicación estratégica fue vista como un escaparate para promocionar lo mismo a un candidato, a una institución académica, al Ayuntamiento o a cualquier organización por efímera que fuese. Aunque lo que se promocionara ya se conociera al detalle o aunque no tuviera nada relevante que mostrar, lo realmente importante era estar ahí con el fin de ser vistos por la comunidad.

Estoy seguro de que deben existir diversas anécdotas en la corta vida de la Feria dentro del nuevo recinto (corta en comparación con los 69 años de existencia de la festividad). Sin embargo, destaco dos.

La primera fue ese intento de alguna administració n local de asignar un horario específico para el ingreso de las comunidades indígenas a la zona de juegos. Se supone que la intención era otorgarles algún tipo de trato preferencial en términos de costos y disponibilidad de lugares. En contraste, muchos opinamos que se trataba de una especie de apartheid serrano. La segunda es la pertinaz presencia de lodo en algunas áreas del Recinto. Como si fuese una especie de lapa, este elemento ha sido un protagonista crucial a pesar de los más variados intentos por erradicarlo con piedras, hojas o cemento.

El tiempo de Feria en Huauchinango ha arribado de manera puntual. El festejo y la sensación de movimiento se harán presentes durante toda la semana, la más esperada por la población. De acuerdo con el Programa anunciado por el Ayuntamiento, habrá actividades culturales, deportivas y sociales. También mucho comercio, visitantes foráneos y los incombustibles juegos mecánicos. El balance se hará al final de la misma.

Hace casi 500 años Maquiavelo recomendaba al príncipe dotar a su pueblo de diversiones y actos públicos para su mejor gobierno. Ahora, en marzo de 2007, nos preparamos para cumplir ese viejo ritual que nos hace mirarnos en el espejo una vez más.


El Guardián, marzo 3, 2007.

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