jueves, octubre 11, 2007

A un año del 02-J

El pasado lunes se ha cumplido el primer aniversario de las elecciones presidenciales del 2 de julio, una de las más controvertidas de nuestra historia contemporánea. ¿Qué ha sucedido desde aquella fecha? ¿Qué hemos aprendido de esa experiencia inconclusa?

Como se recordará, el problema no estuvo centrado en el desarrollo de los comicios, sino en lo que vino después, es decir en el proceso de cómputo y escrutinio, en el anuncio de los resultados y en la inconformidad que estos generaron en algunos competidores. El conflicto alcanzó tal magnitud que se prolongó hasta sus últimas instancias, es decir hasta el veredicto final emitido por el Tribunal Electoral Federal en septiembre del mismo año, dos meses después de haberse llevado a cabo la elección.

La primera vez que voté fue en 1997, durante las legislativas que arrebataron la mayoría absoluta al PRI en el Congreso. Sin embargo, no ha sido sino hasta el año pasado en que he sido testigo de la organización de una jornada electoral. La razón fue simple: el sorteo aleatorio del IFE me nombró presidente de una casilla contigua en la ciudad de Huauchinango. De esta forma, y desde mi pequeña trinchera, he podido observar –y hasta ser un poco responsable—de lo que ha ocurrido en aquella ocasión. Veamos.

En primer lugar, hubo un notable interés de la gente en participar a través de su sufragio. Desde muy temprano había personas formadas listas para votar. Por supuesto, los representantes de los partidos también estaban preparados desde las ocho horas para estar a la caza de cualquier irregularidad en las que, como ya es costumbre en los medios de comunicación, se habían denominado las elecciones "más cerradas en la historia de México".

En segundo, las izquierdas tenían una elevada –y casi ciega—fe en el triunfo de su candidato. Tercero, los partidos más organizados en la vigilancia de las casillas fueron el PRI y el PAN. Cuarto, el padrón electoral tenía fallas, pero que fueron significativas ni determinantes en el resultado (ciudadanos con credencial, pero sin aparecer en el listado nominal, por ejemplo). Quinto, que al final nadie se esperaba lo que se fue tejiendo a partir de las 23 horas de ese mismo día.

En mi casilla la Alianza por el Bien de Todos ganó y por mucho. Le siguió el PAN y, más rezagado, el PRI veía cómo sus esperanzas de recuperar el poder se diluían en un impensable tercer puesto.

Con el fin de evitar cualquier sospecha de malos manejos propuse realizar un recuento "voto por voto" (antes de que esa frase se volviera un lugar común). De esta forma, concluimos alrededor de las 22 horas, pero sin que se presentasen quejas significativas por parte de los mismos (sólo el PRD interpuso un recurso por la vestimenta de los representantes del PRI).

Al término de la jornada, cansados y con hambre, fuimos a entregar el paquete electoral a la oficina del IFE ubicado en la colonia El Paraíso. En el lugar ya se podía notar la efervescencia y la ansiedad por conocer las primeras tendencias de votación. Nos despedimos, nos deseamos suerte y acudimos a nuestros hogares a esperar el mensaje nocturno del Dr. Luis Carlos Ugalde por la televisión. Y ahí comenzó la debacle…

A un año de distancia contamos con un presidente constitucional. También hay otro que se autodenomina "legítimo". La circulación sobre Paseo de la Reforma se ha normalizado y el país –al parecer—sigue sosteniéndose como lo ha hecho en los últimos siglos: a contracorriente y siempre con la amenaza del colapso a la vuelta de la esquina.

Cuando la gente se pregunta qué hubiese sucedido si López Obrador hubiese subido al poder se forma la polémica. Algunos dicen que hubiese sido un buen presidente, que hubiese gobernado apegándose a los postulados de las izquierdas y que hubiese emprendido el cambio radical del país. Otros refutan lo anterior señalando que estaríamos más cerca de lo que sucede en Cuba o en Venezuela y que, en general, estaríamos instalados en el caos y en los ajustes de cuentas a diestra y siniestra. Al final del día, esto es algo que sólo podemos suponer.

Sin embargo, lo que sí hay a un año de distancia es esa sensación de que nosotros, los ciudadanos, aún no sabemos bien a bien y con la mayor certeza qué ha sucedido no el 2 de julio de 2006, sino los días que siguieron a esa jornada electoral. La misma que, para bien o para mal, ha marcado ya el rumbo que tendrá este país en el corto plazo.


El Guardián, julio 7, 2007.

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